Y el Verbo se hizo carne…
Llegando la hora de cerrar esta semana de trabajo e interiorización de la reflexión acerca del Misterio de la ENCARNACIÓN vista desde el Evangelio de Juan y Lucas, siento sinceramente que es el momento en que la puerta se abre, la invitación a experimentar el amor misericordioso del Padre, que sin más desde el principio decidió hacerse hombre, lo que hace que mi corazón arda y palpite más fuerte y aumente el deseo de poder contemplar este Misterio de belleza, amor, hermosa, magnifico y gratuito.
Como religiosa del Verbo Encarnado, o hermana en vista de una profesión temporal en esta Congregación siento un regalo de Dios el poder adentrarme en estos estudios, principalmente para poder ir descubriendo y leyendo entre líneas este perfil de religiosa que el mismo Verbo me invita y quiere lograr en mi.
Creo que más que un estudio meramente intelectual ha sido un abrir mi corazón a una experiencia de amor, la cual se define y nace desde la misma Creación, en los inicios, prolongándose hasta hoy, pero que en estos momentos ha sido como que la posibilidad o la exhortación a introducirme en una nueva manera de ver el mundo, de ver mi vida, de ver este estilo de vida concretamente y de responderme a la pregunta que se nos planteaba ¿en qué Dios creo?, un concepto de Dios que nazca desde la experiencia y no tanto de estudios, y creo, desde mi poca experiencia que esta imagen de Dios se va labrando poco a poco, no se construye de un día para otro y ni siquiera se concluye quizás, sino que se va tejiendo en el corazón y el alma, poco a poco, y que creo en este último tiempo, por diferentes razones he podido como que dar esas puntadas más fuertes que serán sostén de lo demás, es un Dios Encarnado, es un Dios Misericordia, que se abaja, y se anonada, levantándonos de nuestro barro, como dice Ezequiel y dándonos, dándome una dignidad de cristiana, “dignidad de hijo de Dios, libertad y soberanía que le otorga su filiación y fidelidad a que le compromete esta dignidad” (El misterio de la Encarnación, consideraciones desde el Evangelio de San Juan, Rufino María Grández, Pág. 42).
Siento también que desde esta experiencia de Dios es de donde nacerá la manera de relacionarme con Él, conmigo y con los demás y un poco por esta razón es que trataré de realizar un breve trabajo partiendo de las primeras constituciones, realizadas por mi Madre Fundadora Jeanne Chézard de Matel, en Roanne, Francia en el año1625, que pese a que no han sido aprobadas canónicamente siento que tienen gran contenido bíblico, espiritual y también de identificación congregacional.
Nuestra Fundadora nos define en este primer proyecto de una manera que a mí se me hace retadora, desafiante y apasionante a la vez, ella dice: “las religiosas de esta Orden serán otros Moisés: subirán a lo alto para hablar cara a cara con su esposo (Ex. 33, 11) y le pedirán el beso de su boca, penetrando en él y él en ellas. Serán sencillas como palomas y se verán envueltas en el resplandor de este sol de justicia; y como las águilas, lo mirarán fijamente sin apartar de él su mirada”, (del primer proyecto de las constituciones, capítulo I).
Mirar fijamente a Dios… Él se dejó mirar, su infinita misericordia hizo que el mismo Dios, por propia iniciativa y porque sí, porque esta obra de amor no tiene razones fuera de Él (quizás por esa misma razón “sin razones” no lo podamos comprender tal como quisiéramos, o al menos yo) nos haga el gran regalo, exuberante muestra de amor, de abajarse hasta nuestra condición, haciéndose carne, debilidad e impotencia, pobreza…y ya Dios nos muestra un nuevo rostro, ese Dios que no podía ser contemplado, que de verlo las personas creían morirse, se hace tan pequeño que deja no sólo contemplarse, sino tocarse, verse, sentirse…y en ese cuerpo divino y humano hasta crucificarse.
Dice le pedirán el beso de su boca, reflexionando en esta cita, pienso en el beso, como comunicación de amor, intimidad y remitiéndome a los apuntes de la cátedra Alianza y Promesa de Ludvik Malek, svd, recuerdo la afirmación que el decía respecto a este punto y su comentario de que también con el beso de la boca se comunicaba el saber…que el mismo Verbo Encarnado sea quien nos comunique y revele su ser.
Le dijo el Verbo Encarnado a Jeanne “Yo soy tu libro porque soy tu Verbo. Te quiero hablar por la Escritura y por ella conocerás mi voluntad. Será a contraseña que te muestre lo que quiero que entiendas para mi gloria y la de mis santos, para tu salvación y la del prójimo” (Directorio de las Religiosas del Verbo Encarnado, Pág. 11).
Ver a Dios como las águilas al sol, sea Él quien nos regale esa Gracia… y que todas hagamos, empezando por mí, el esfuerzo de subir y de ver el sol.
El Verbo es la luz del mundo y nos invita a andar en la luz, de Ap. 7, 14:15 “Estos son corderos nuevos, llenos de luz, que señalan el camino para llegar a las fuentes…” En referencia a este aspecto se nos dice también que debemos contemplar con sencillez a Dios en todo y en todas las criaturas, ver la hermosura de Dios en el mundo y en el hombre, presencia del Dios Humanado, y seguir al Cordero a todas partes. En lo personal creo que la única manera de indicar a alguien un camino, es habiéndolo recorrido, sabiendo adónde conduce y viéndolo, por eso Dios es luz, que ilumina, se comunica y me deja ver su paso en la historia y en mi historia, dice Jesús yo soy la luz del mundo. También me llama poderosamente la atención del Prólogo cuando el vs. 5 afirma precisamente es la luz y las tinieblas no lo vencieron. Fue de mucha riqueza para mi reflexión este análisis que se compartió en el encuentro respecto a esto, es la luz, lo sigue siendo, está presente, iluminando, es…presente…Para concluir sobre este punto, dice Jeanne “Así como ellas no fijaron su vista en los hombres sino para ver a Dios en ellos, él parecerá dejar los ángeles del cielo, sin abandonarlos, para llegarse a estos ángeles en la tierra”…Dios no es sino es Dios encarnado. Estamos llamadas a iluminar como él, del Evangelio, aunque con mis palabras: no se enciende una lámpara para ser escondida sino para que ilumine y de luz. El cristiano ha de ser luz, y esta identidad de ser ha de ir más allá del reconocimiento de esta luz, estamos llamados no al reconocimiento del mundo, porque si así fuera ¡que lejos estaríamos de los valores evangélicos!, ya que se contraponen con los del mundo, o mejor dicho, sería que por la debilidad y la entrada del pecado en el mundo, éstos se contraponen con los del Evangelio, porque la Palabra existía desde el principio….pero no la reconocimos.
Estamos llamadas a ser una prolongación del Verbo Encarnado, dice Jeanne que demos a luz en el mundo al Verbo Encarnado (tomado de la autobiografía). Por el Hijo hemos recibido la gracia de llevar en nuestra identidad tanto la humanidad como la divinidad y viviendo desde esta certeza ha de ser nuestra vida y todo lo que en ella y con ella hagamos. De esta certeza brotará nuestra manera de relacionarnos, de amar, de ser, de vivir consagradas a El, quien nos invita también al anonadamiento a la sencillez y pureza de corazón, a realizar en todo la voluntad del Padre, dejando que, como dice San Pablo en Gálatas: no sea yo quien viva en mi sino el quien viva en mí.
Me llama mucho la atención la idea de que Jesús se hizo hombre y por él se hizo el mundo, de que por la acción del Espíritu en María y su entrega al plan divino, se hizo carne y nació y que también para seguir encarnándose en el mundo hoy, necesita de nuestro sí, Dios es Dios y existe porque sí, pero Dios para hacerse hombre necesitó de un cuerpo, de una mujer y un vientre donde gestarse, la invitación y pregunta es de que manera estoy dejando se revele este Dios en mí, de que tanto me he dejado invadir y penetrar todo mi ser por su Espíritu, mi cuerpo, mi corazón, mi mente, mi afectividad, sexualidad, mi ser de mujer…y de que manera soy la esposa del Cantar de los Cantares de este Jesús al que yo quiero…
Para cerrar este sencillo trabajo escribo algunas líneas muy sencillas que surgieron a partir de este inicio en la contemplación del Misterio de la Encarnación, misterio del Amor de Dios que se nos revela, considerando, como decía anteriormente que es apenas una aproximación, ya que mi corazón aún esta muy deseoso (deseo que espero no se sacie) de seguir descubriendo y ahondando, guiada por el Espíritu de la Verdad, en quien es el Verbo de Dios y su Misterio. A pesar de que no me considero literata menos aún poeta o escritora son unos versos que brotaron naturalmente de mi corazón después de leer y meditar lo compartido en la semana y que humildemente hoy aquí transcribo:
VERBO DE DIOS HECHO CARNE…
Verbo de Dios hecho carne
que al mundo descendiste
para ser Amado en Alguien
y elevar al hombre de su pequeñez
En el seno de una mujer te encarnaste
y en el cuerpo débil te dejaste ver.
Haces hermoso al hombre
y lo elevas al Padre desde tu bajez.
Verbo de Dios hecho carne
¿quién lo pudiera merecer
estar grabado en tu mano
llevar consigo tu mismo ser?
Verbo de Dios hecho carne
engendrado en una mujer
y dejas ese mismo Espíritu
para que sea fecundo otra vez
Verbo de Dios hecho carne
me llamaste a ser mujer
una mujer que consagras
para darte a luz, como Jeanne de Matel
Verbo de Dios hecho carne
dame la Gracia de verque en cada hermano que sufre
gritas tú, tu padecer
Verbo de Dios hecho carne
tu cuerpo quiero tocar
abre mis ojos al Misterio
y aumenta mi débil fe.
Verbo de Dios hecho carne
funde mi ser en tu alma
quema mi vida en tu Espíritu
y que en Él, ella sea la que arda. Amén.
Wanda Gisela Klaric
15 de Julio, 2007
Llegando la hora de cerrar esta semana de trabajo e interiorización de la reflexión acerca del Misterio de la ENCARNACIÓN vista desde el Evangelio de Juan y Lucas, siento sinceramente que es el momento en que la puerta se abre, la invitación a experimentar el amor misericordioso del Padre, que sin más desde el principio decidió hacerse hombre, lo que hace que mi corazón arda y palpite más fuerte y aumente el deseo de poder contemplar este Misterio de belleza, amor, hermosa, magnifico y gratuito.
Como religiosa del Verbo Encarnado, o hermana en vista de una profesión temporal en esta Congregación siento un regalo de Dios el poder adentrarme en estos estudios, principalmente para poder ir descubriendo y leyendo entre líneas este perfil de religiosa que el mismo Verbo me invita y quiere lograr en mi.
Creo que más que un estudio meramente intelectual ha sido un abrir mi corazón a una experiencia de amor, la cual se define y nace desde la misma Creación, en los inicios, prolongándose hasta hoy, pero que en estos momentos ha sido como que la posibilidad o la exhortación a introducirme en una nueva manera de ver el mundo, de ver mi vida, de ver este estilo de vida concretamente y de responderme a la pregunta que se nos planteaba ¿en qué Dios creo?, un concepto de Dios que nazca desde la experiencia y no tanto de estudios, y creo, desde mi poca experiencia que esta imagen de Dios se va labrando poco a poco, no se construye de un día para otro y ni siquiera se concluye quizás, sino que se va tejiendo en el corazón y el alma, poco a poco, y que creo en este último tiempo, por diferentes razones he podido como que dar esas puntadas más fuertes que serán sostén de lo demás, es un Dios Encarnado, es un Dios Misericordia, que se abaja, y se anonada, levantándonos de nuestro barro, como dice Ezequiel y dándonos, dándome una dignidad de cristiana, “dignidad de hijo de Dios, libertad y soberanía que le otorga su filiación y fidelidad a que le compromete esta dignidad” (El misterio de la Encarnación, consideraciones desde el Evangelio de San Juan, Rufino María Grández, Pág. 42).
Siento también que desde esta experiencia de Dios es de donde nacerá la manera de relacionarme con Él, conmigo y con los demás y un poco por esta razón es que trataré de realizar un breve trabajo partiendo de las primeras constituciones, realizadas por mi Madre Fundadora Jeanne Chézard de Matel, en Roanne, Francia en el año1625, que pese a que no han sido aprobadas canónicamente siento que tienen gran contenido bíblico, espiritual y también de identificación congregacional.
Nuestra Fundadora nos define en este primer proyecto de una manera que a mí se me hace retadora, desafiante y apasionante a la vez, ella dice: “las religiosas de esta Orden serán otros Moisés: subirán a lo alto para hablar cara a cara con su esposo (Ex. 33, 11) y le pedirán el beso de su boca, penetrando en él y él en ellas. Serán sencillas como palomas y se verán envueltas en el resplandor de este sol de justicia; y como las águilas, lo mirarán fijamente sin apartar de él su mirada”, (del primer proyecto de las constituciones, capítulo I).
Mirar fijamente a Dios… Él se dejó mirar, su infinita misericordia hizo que el mismo Dios, por propia iniciativa y porque sí, porque esta obra de amor no tiene razones fuera de Él (quizás por esa misma razón “sin razones” no lo podamos comprender tal como quisiéramos, o al menos yo) nos haga el gran regalo, exuberante muestra de amor, de abajarse hasta nuestra condición, haciéndose carne, debilidad e impotencia, pobreza…y ya Dios nos muestra un nuevo rostro, ese Dios que no podía ser contemplado, que de verlo las personas creían morirse, se hace tan pequeño que deja no sólo contemplarse, sino tocarse, verse, sentirse…y en ese cuerpo divino y humano hasta crucificarse.
Dice le pedirán el beso de su boca, reflexionando en esta cita, pienso en el beso, como comunicación de amor, intimidad y remitiéndome a los apuntes de la cátedra Alianza y Promesa de Ludvik Malek, svd, recuerdo la afirmación que el decía respecto a este punto y su comentario de que también con el beso de la boca se comunicaba el saber…que el mismo Verbo Encarnado sea quien nos comunique y revele su ser.
Le dijo el Verbo Encarnado a Jeanne “Yo soy tu libro porque soy tu Verbo. Te quiero hablar por la Escritura y por ella conocerás mi voluntad. Será a contraseña que te muestre lo que quiero que entiendas para mi gloria y la de mis santos, para tu salvación y la del prójimo” (Directorio de las Religiosas del Verbo Encarnado, Pág. 11).
Ver a Dios como las águilas al sol, sea Él quien nos regale esa Gracia… y que todas hagamos, empezando por mí, el esfuerzo de subir y de ver el sol.
El Verbo es la luz del mundo y nos invita a andar en la luz, de Ap. 7, 14:15 “Estos son corderos nuevos, llenos de luz, que señalan el camino para llegar a las fuentes…” En referencia a este aspecto se nos dice también que debemos contemplar con sencillez a Dios en todo y en todas las criaturas, ver la hermosura de Dios en el mundo y en el hombre, presencia del Dios Humanado, y seguir al Cordero a todas partes. En lo personal creo que la única manera de indicar a alguien un camino, es habiéndolo recorrido, sabiendo adónde conduce y viéndolo, por eso Dios es luz, que ilumina, se comunica y me deja ver su paso en la historia y en mi historia, dice Jesús yo soy la luz del mundo. También me llama poderosamente la atención del Prólogo cuando el vs. 5 afirma precisamente es la luz y las tinieblas no lo vencieron. Fue de mucha riqueza para mi reflexión este análisis que se compartió en el encuentro respecto a esto, es la luz, lo sigue siendo, está presente, iluminando, es…presente…Para concluir sobre este punto, dice Jeanne “Así como ellas no fijaron su vista en los hombres sino para ver a Dios en ellos, él parecerá dejar los ángeles del cielo, sin abandonarlos, para llegarse a estos ángeles en la tierra”…Dios no es sino es Dios encarnado. Estamos llamadas a iluminar como él, del Evangelio, aunque con mis palabras: no se enciende una lámpara para ser escondida sino para que ilumine y de luz. El cristiano ha de ser luz, y esta identidad de ser ha de ir más allá del reconocimiento de esta luz, estamos llamados no al reconocimiento del mundo, porque si así fuera ¡que lejos estaríamos de los valores evangélicos!, ya que se contraponen con los del mundo, o mejor dicho, sería que por la debilidad y la entrada del pecado en el mundo, éstos se contraponen con los del Evangelio, porque la Palabra existía desde el principio….pero no la reconocimos.
Estamos llamadas a ser una prolongación del Verbo Encarnado, dice Jeanne que demos a luz en el mundo al Verbo Encarnado (tomado de la autobiografía). Por el Hijo hemos recibido la gracia de llevar en nuestra identidad tanto la humanidad como la divinidad y viviendo desde esta certeza ha de ser nuestra vida y todo lo que en ella y con ella hagamos. De esta certeza brotará nuestra manera de relacionarnos, de amar, de ser, de vivir consagradas a El, quien nos invita también al anonadamiento a la sencillez y pureza de corazón, a realizar en todo la voluntad del Padre, dejando que, como dice San Pablo en Gálatas: no sea yo quien viva en mi sino el quien viva en mí.
Me llama mucho la atención la idea de que Jesús se hizo hombre y por él se hizo el mundo, de que por la acción del Espíritu en María y su entrega al plan divino, se hizo carne y nació y que también para seguir encarnándose en el mundo hoy, necesita de nuestro sí, Dios es Dios y existe porque sí, pero Dios para hacerse hombre necesitó de un cuerpo, de una mujer y un vientre donde gestarse, la invitación y pregunta es de que manera estoy dejando se revele este Dios en mí, de que tanto me he dejado invadir y penetrar todo mi ser por su Espíritu, mi cuerpo, mi corazón, mi mente, mi afectividad, sexualidad, mi ser de mujer…y de que manera soy la esposa del Cantar de los Cantares de este Jesús al que yo quiero…
Para cerrar este sencillo trabajo escribo algunas líneas muy sencillas que surgieron a partir de este inicio en la contemplación del Misterio de la Encarnación, misterio del Amor de Dios que se nos revela, considerando, como decía anteriormente que es apenas una aproximación, ya que mi corazón aún esta muy deseoso (deseo que espero no se sacie) de seguir descubriendo y ahondando, guiada por el Espíritu de la Verdad, en quien es el Verbo de Dios y su Misterio. A pesar de que no me considero literata menos aún poeta o escritora son unos versos que brotaron naturalmente de mi corazón después de leer y meditar lo compartido en la semana y que humildemente hoy aquí transcribo:
VERBO DE DIOS HECHO CARNE…
Verbo de Dios hecho carne
que al mundo descendiste
para ser Amado en Alguien
y elevar al hombre de su pequeñez
En el seno de una mujer te encarnaste
y en el cuerpo débil te dejaste ver.
Haces hermoso al hombre
y lo elevas al Padre desde tu bajez.
Verbo de Dios hecho carne
¿quién lo pudiera merecer
estar grabado en tu mano
llevar consigo tu mismo ser?
Verbo de Dios hecho carne
engendrado en una mujer
y dejas ese mismo Espíritu
para que sea fecundo otra vez
Verbo de Dios hecho carne
me llamaste a ser mujer
una mujer que consagras
para darte a luz, como Jeanne de Matel
Verbo de Dios hecho carne
dame la Gracia de verque en cada hermano que sufre
gritas tú, tu padecer
Verbo de Dios hecho carne
tu cuerpo quiero tocar
abre mis ojos al Misterio
y aumenta mi débil fe.
Verbo de Dios hecho carne
funde mi ser en tu alma
quema mi vida en tu Espíritu
y que en Él, ella sea la que arda. Amén.
Wanda Gisela Klaric
15 de Julio, 2007
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