domingo, febrero 15

DIRECCIÓN ESPIRITUAL EN JEANNE CHÉZARD DE MATEL

Hna. Loreley Ifrán Álvarez cvi

Í N D I C E
0.- INTRODUCCIÓN
              1.- DIRECCIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL
1.1.- FUNDAMENTACIÓN
1.1.1.- LA SAGRADA ESCRITURA
          1.1.2.- LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA (PENSAMIENTO DE LOS PADRES Y DE LOS SANTOS)
                                      1.1.3.- LOS PAPAS  Y EL MAGISTERIO

          2.- LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
                            2.1.- QUÉ ES LA DIRECIÓN ESPIRITUAL
            2.2.- ACTORES PRINCIPALES EN LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
            2.3.- LA FORMACIÓN DEL DIRECTOR ESPIRITUAL
                                      a) Formación propia como preparación específica para una relación de ayuda
                                      b) Formación propia como experiencia simultánea a una relación de ayuda

3.- DIRECCIÓN ESPIRITUAL EN JEANNE DE MATEL        
            3.1.- INFLUENCIA DE LOS JESUITAS EN SU DIRECCIÓN ESPIRITUAL
            3.1.1.- ANTECEDENTES
A.    LA DEVOCIÓN DE JEANNE DE MATEL A SAN IGNACIO DE LOYOLA
B.     INFLUENCIA ESPIRITUAL DE SAN LUIS GONZAGA Y SAN JUAN BERCHMANS
C.     APRECIO POR LA COMPAÑÍA DE JÉSUS.
                                 A MODO DE CONCLUSIÓN
            3.2.- DIRECTORES ESPIRITUALES DESPUÉS DE LA FUNDACIÓN (1625-1670)
            3.3.- DIRECTORES ESPIRITUALES Y CONFESORES ELEGIDOS POR JEANNE DE  MATEL
            3.4.- DIRECTORES Y CONFESORES NO ELEGIDOS POR LA SIERVA DE DIOS
            3.5.- LOS HIJOS ESPIRITUALES DE JEANNE DE MATEL
            3.6.- CARACTERÍSTICAS DE LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL DE JEANNE DE MATEL

              4.- DIRECCIÓN ESPIRITUAL Y RELIGIOSAS DEL VERBO ENCARNADO HOY
            4.1.- NECESIDAD DE UNA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
            4.2.- DIRECCIÓN ESPIRITUAL, UNA POSIBILIDAD PARA LA RELIGIOSA DEL VERBO ENCARNADO. ¿UN NUEVO CAMINO DE ENCARNACIÓN?
              5.- CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
DIRECCIÓN ESPIRITUAL EN JEANNE DE MATEL Y EN LAS RELIGIOSAS DEL VERBO ENCARNADO
0.- INTRODUCCIÓN

La práctica de la dirección espiritual es uno de los tesoros más valiosos de la bimilenaria tradición de la Iglesia, semillero de vocaciones a la vida consagrada, de sacerdotes fervorosos, de laicos de alto vuelo e incidencia social, de apóstoles de todo género, en fin, de genuinos santos. Es el arte de llevar las almas por los interiores e invisibles caminos del espíritu hacia la unión con Dios.

El Papa Benedicto XVI, en una audiencia a la comunidad de la Facultad Pontificia Teológica del “Teresianum” de Roma, el 19 de marzo de 2011, destacó la importancia que reviste para los fieles el hecho de recibir una dirección espiritual. Desde siempre, indicó, la Iglesia recomienda la práctica de la dirección espiritual, “no sólo a los que deseen seguir al Señor de cerca, sino para todo cristiano que quiera vivir con responsabilidad el propio Bautismo, es decir la vida nueva en Cristo”.

“Todos, de hecho, y en modo particular los que han acogido la llamada divina para seguirlo más de cerca, necesita estar acompañado de una guía segura en la doctrina y experta en las cosas de Dios”, que “puede ayudar a defenderse de subjetivismos fáciles, poniendo a disposición sus conocimientos y experiencias en el seguimiento a Jesús”.

“Se trata de instaurar la misma relación personal que el Señor tenía con sus discípulos, el especial lazo con el que Él les condujo, tras de sí, para abrazar la voluntad del Padre, para abrazar, esto es, la cruz”.

“También vosotros, queridos amigos, en la medida en la que seáis llamados a este deber insustituible, haced un tesoro de todo lo que habéis aprendido durante estos años de estudio, para acompañar a todos los que la providencia os confíe, ayudándoles en el discernimiento de los espíritus y en la capacidad de secundar los impulsos del Espíritu Santo, con el objetivo de conducirlos a la plenitud de la gracia hasta alcanzar la medida de la plenitud de Cristo”, dijo a sus invitados y nos dice a nosotros hoy.

Quizá sea también un llamado especial para este centro de espiritualidad mateliana formando para este servicio y fomentándolo entre sus alumnos, especialmente en las Religiosas del Verbo Encarnado, que pueden participar de algo que es propio de Jeanne de Matel y que quizá haya pasado algo desapercibido en el transcurrir de la historia. Por eso a lo largo de este trabajo conoceremos a la Madre de Matel en este contexto de la dirección espiritual que nos ayude a profundizar mejor su itinerario espiritual en la plena realización de su vocación de fundadora.

Así pues no se trata de hacer un estudio exhaustivo de lo que es la dirección espiritual en general, sino más bien algo que nos haga vislumbrar la importancia de esta dirección en la vida espiritual de Jeanne de Matel, como dirigida y su papel,  menos conocido, como “directora espiritual”. Así como considerar la dirección espiritual  un nuevo camino de encarnación para las religiosas del Verbo Encarnado aquí y ahora.

              1.- DIRECCIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

El acompañamiento espiritual es una práctica muy antigua en la tradición judeo-cristiana como un medio para encontrar a Dios.
Por tanto, no debe confundirse con otras realidades humanas, que utilizan nombres similares: en el lenguaje de la Iglesia dirigir, acompañar espiritualmente tiene un sentido propio y específico.
La dirección espiritual se dirige al mismo tiempo, a la inteligencia -para que esté iluminada por la fe viva, y descubra con esa luz el camino personal y los medios adecuados para recorrerlo-, y a la voluntad, para afirmarla de tal forma que pueda corresponder libre, personal, responsable y generosamente a los impulsos de la gracia.
Hay que tener siempre presente que el verdadero y único modelo de la santidad cristiana es Jesucristo, y que toda labor de dirección y acompañamiento espiritual consiste en procurar que cada cristiano tenga una amistad personal e íntima, de verdadero amor, a su manera, con Cristo, hasta querer identificarse con El.

1.1.- FUNDAMENTACIÓN

1.1.1.- LA SAGRADA ESCRITURA

La dirección y acompañamiento espiritual en un sentido amplio y genérico, hunde sus raíces en las recomendaciones de la Sagrada Escritura, donde tenemos consejos y ejemplos de cierta dirección espiritual.
En el  Antiguo Testamento leemos:
“Trata a un varón piadoso, de quien conoces que sigue los caminos del Señor, cuyo corazón es semejante al tuyo y te compadecerá si te ve caído. Y permanece firme en lo que resuelvas, porque ninguno será para ti más fiel que él. El alma de este hombre piadoso ve mejor las cosas que siete centinelas en lo alto de una atalaya. Y en todas ellas ora por ti al Altísimo, para que te dirija por la senda de la verdad”. Ecl. 37, 15-19.

“Mas valen dos que uno solo, porque mejor logran el fruto de su trabajo. Si uno cae el otro le levanta; pero ¡ay del que está solo, que, si cae, no tiene quien le levante!” Ecl 4, 9-10.

“Sigue el consejo de los prudentes y no desprecies ningún buen consejo”. Tob 4, 18.

Los primeros cristianos recibieron ese acompañamiento del mismo Jesucristo. Dijeron los discípulos de Emaús: “¿No es verdad que nuestro corazón se enardecía, cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba la Escritura?” Lc 24, 32.

En la Iglesia primitiva ya existe la figura del hombre que acompaña en el camino hacia Dios.

San Pablo, después de su conversión, recibe este mensaje: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer [...]. Fue Ananías y entró en la casa, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Pablo, el Señor Jesús [...], me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Hch 9, 6.17

Y al convertirse en el “Apóstol de las gentes”, san Pablo se comporta como un pastor y como un director espiritual de los primeros cristianos, a los que ayuda –haciéndose todo para todos- a identificarse con Cristo, que es la finalidad del acompañamiento espiritual.

Me hago débil con los débiles para ganar a los débiles; me hago todo para todos para salvarlos a todos. I Cor 9, 22.
Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Fil 2, 5.

Con ocasión de algunos desórdenes en la comunidad de Corinto, Pablo induce a los creyentes a entrar dentro de sí mismos y a valorar en su intimidad en donde Cristo "habita y habla", si ese desorden en la comunidad está o no de acuerdo con su situación de fe (cf 2 Cor 13,5). Es ese Espíritu, tan presente en el acto de dirigirlos, el que los creyentes no deben jamás "apagar" (1 Tes 5,19). Aunque el hombre espiritual no deba ser juzgado por nadie (cf 1 Cor 2,15), el cristiano tendrá que verificar la autenticidad de la guía interior, comprobándola con el "fruto del Espíritu" que, a diferencia de las obras tan conocidas de la carne, es "caridad, alegría, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia" (Gál 5,22); en una palabra, ese hombre interior que el Espíritu plasma a imagen del propio Cristo.
Concebida de este modo, la dirección espiritual se sitúa y se realiza en un clima de respeto ilimitado y de profunda discreción, convirtiéndose en ayuda, estímulo y colaboración para que el creyente se abra libremente a la gracia, haga suya la palabra de Dios que ha escuchado y pueda así crecer y madurar en él la sabiduría de Cristo. Pablo, recordando el intenso ministerio que había desarrollado en Tesalónica, subraya con expresiones muy significativas la atención que ha dedicado a cada uno de los cristianos. Ha sido bondadoso con ellos, lo mismo que una madre alimenta y cuida de sus propias criaturas; lo mismo que hace un padre con sus hijos. Pablo ha exhortado a "cada uno", animándolo o conjurándolo a portarse de manera digna de ese Dios que llama a su reino y a su gloria (cf 1 Tes 2,7.11-12). En este pasaje nos parece vislumbrar los fundamentos bíblicos de una auténtica dirección espiritual, dirigida a personalizar la palabra de Dios y a superar aquellos impedimentos que pueden ser obstáculo para una respuesta pronta y generosa. También a los ancianos de Éfeso les dirá Pablo con acentos conmovedores: "Por lo cual, velen acordándose de que durante tres años no he cesado noche y día de exhortar con lágrimas a cada uno de ustedes"(He 20,31).

          1.1.2.- LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA (PENSAMIENTO DE LOS PADRES Y DE LOS SANTOS)

En la tradición de la Iglesia, la práctica de que quienes aspiran a la perfección tengan un guía espiritual se remonta a los primeros siglos cuando los grandes directores de almas fueron los monjes del desierto: los santos Pacomio, Dositeo, Sabas, Doroteo, Juan Clímaco, Juan Damasceno, etc., fueron todos grandes maestros del espíritu. Incluso seglares, con los emperadores a la cabeza, hicieron dirección espiritual, como nos recuerdan las tradiciones monásticas y las colecciones de sus apotegmas. La doctrina de la dirección espiritual nace con ellos y se continúa ininterrumpidamente a lo largo de toda la historia de la Iglesia hasta nuestros días. Entre los monjes del desierto la dirección espiritual llegó a ser considerada no ya un privilegio sino propiamente como un estricto deber del hombre que se retira a la soledad; y la privación del consejo espiritual de los ancianos o la falta de absoluta sinceridad con ellos era vista como ocasión segura de ilusiones, exageraciones y errores funestos. Ya San Antonio Abad decía: “He visto a monjes que, después de muchos años de trabajos, cayeron y llegaron hasta la locura por haber contado con sus propias obras y no haber aceptado el mandamiento de Dios que dice: Interroga a tu padre y te lo enseñará” (Dt 32,7). Paladio, en la “Historia lausíaca” escribe: “Los que están faltos de dirección, caen como las hojas que empuja el viento sin rumbo fijo”.

La experiencia del Oriente cristiano no tardó en influir también en Occidente, inspirando a ciertas personas que destacaron por su intenso trabajo pastoral y por su empeño en crear un tipo de vida religiosa que se adecuase al hombre latino: Ambrosio de Milán, Jerónimo el Dálmata, Agustín de Hipona, el propio Pelagio y Paulino de Nola, que establecen en los nuevos monasterios la dirección espiritual. En la institución benedictina, especificada más tarde por la reforma de Bernardo de Claraval, apareció la prestigiosa figura del abad, padre espiritual de los monjes y guía en su búsqueda de Dios como el Absoluto y el Bien supremo. No es posible silenciar la escuela franciscana; en ella, de forma original, que a veces se aparta de los modelos establecidos, como en Francisco de Asís y en Buenaventura de Bagnoregio, el padre espiritual se presenta como un hermano, aunque los hijos lo consideran y lo tratan como un padre. La evolución adopta sucesivamente nuevas configuraciones, más destacadas y con mayor incidencia en la vida espiritual y en su organización, durante el período de la reforma católica, en el que surgen maestros de enorme prestigio como Ignacio de Loyola, con la institución de los "ejercicios espirituales" y la estructura de la misma Compañía de Jesús; como Juan de la Cruz y Teresa de Ávila. La Edad de Oro de la dirección espiritual está constituida por los siglos XVI y XVII, cuando los principales artífices de la Reforma católica divulgaron ampliamente los beneficios que la dirección espiritual trae a las almas que quieren progresar en la vida cristiana.

Situamos a Jeanne de Matel en  el s. XVII que cuenta con grandes maestros de vida espiritual que ejercen una influencia raras veces conseguida posteriormente: Francisco de Sales, Pedro de Bérulle, J. Pedro Camus, J. J. Olier, Vicente de Paúl, Juan Eudes.
También hay que señalar el impulso que reciben las antiguas órdenes monásticas y mendicantes y las congregaciones más recientes, las órdenes terceras laicales, el clero secular y muchos laicos hombres y mujeres. Siguen luego, en el s. XVIII, Juan Bautista de La Salle y Alfonso de Ligorio, fundadores de institutos religiosos; en el s. XlX. el santo cura de Ars, Juan María Vianney; san Juan Bosco, que supo conocer magistralmente a los jóvenes, y Augusto lluvelin, padre espiritual de Carlos de Foucauld. En el s. XX tenemos un abanico de insignes maestros espirituales, como L. Guanella, C. Marmion, E. Poppe. L. Grandmaison, J. B. Chautard, F. Gibert, L. Orione, Leopoldo da Castelnuovo, G. Calabria, G. Alberione.

Los santos de todos los siglos han recomendado vivamente la dirección espiritual.
San Juan Crisóstomo (Catena Aurea, vol. III, p. 132) recuerda que somos malos jueces de nosotros mismos. "Uno comprende enseguida la culpa de otro, pero con dificultad se da cuenta de la suya; un hombre es imparcial en causa ajena, pero se perturba en la propia".

San Pedro de Alcántara (Tratado de la oración y meditación, II, 5) habla de la necesidad de contar con la ayuda de un guía experimentado. "Una de las cosas más arduas y dificultosas que hay en esta vida es saber ir a Dios y tratar familiarmente con Él. Por esto no se puede este camino andar sin alguna buena guía".

Santa Teresa (Camino de perfección, 18, 8) dice que con un buen director espiritual se avanza más rápidamente en unión con Dios. "Si quiere o pretende ser contemplativa ha menester para ir muy acertada dejar su voluntad con toda determinación en un confesor que sea tal. Porque esto es ya cosa muy sabida, que aprovechan mas de esta suerte en un año que sin esto en muchos".

San Juan de la Cruz (Llama de amor viva, 3, n. 30) recomienda buscar como acompañante espiritual a una persona sabia, discreta y experimentada en el trato con Dios. "Y adviértase que para este camino, a lo menos para lo más subido de él y aún para lo mediano, apenas se hallará a un guía cabal según todas las partes que ha menester, porque, además de ser sabio y discreto, es menester que sea experimentado. Porque para guiar el espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar al alma en el [camino que lleva hacia Dios], cuando Dios se lo da, ni aún lo entenderá".

San José María Escribá de Balaguer (Camino, n. 59) recuerda que el espíritu propio es mal consejero. "Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro". "La tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio. Y el criterio supone madurez, firmeza de convicciones, conocimiento suficiente de la doctrina, delicadeza de espíritu, educación de la voluntad" (Conversaciones, 93).

Así pues, los grandes santos y maestros de la tradición católica han entendido en clave de obediencia el valor de la dirección espiritual. Como ejemplo, San Vicente Ferrer dice (+1419): «Es mucho de notar que el siervo de Dios, si tuviese un maestro que le instruyese o enseñase, por el consejo y orden del cual se rigiese y cuya obediencia, así en cosas grandes como pequeñas, con rigor siguiese, con mayor facilidad y en más breve tiempo podría llegar a la perfección, que si él propio se quisiese aprovechar a sí, aunque para esto tenga el mejor y más agudo entendimiento y los mejores y más espirituales libros... Y más digo, que Cristo, sin el cual no somos poderosos de hacer cosa alguna, jamás en tal caso concederá su gracia y favor al que tiene quien le pueda instruir y guiar, y lo menosprecia o hace poco caso de aprovecharse de tal guía, creyendo que harto suficientemente puede valerse de sí, y por sí solo puede rastrear y hallar lo que para su salvación le conviene» (Tratado de la vida espiritual VI). 

                                      1.1.3.- LOS PAPAS Y EL MAGISTERIO

Los Papas han recomendado vivamente el acompañamiento espiritual en su Magisterio.

León XIII, Práctica de la humildad, 28. "Convéncete de que no eres un buen consejero de ti mismo y, por eso, teme y desconfía de tus opiniones, que tienen una raíz mala y corrompida. Con esta persuasión, busca el consejo, en lo posible, de hombres sabios y de buena conciencia, y prefiere ser gobernado por uno que sea mejor que tú, a seguir tu propio parecer".

Pío XII, Menti nostrae, 23-IX-1950. "En el camino de la vida espiritual no os fiéis de vosotros mismos, sino que, con sencillez y docilidad, pedid consejo y aceptad la ayuda de quien, con sabia moderación, puede guiar vuestra alma, indicaros los peligros, sugeriros los remedios oportunos, y en todas las dificultades internas y externas os puede dirigir rectamente y encaminaros a ser cada día más perfectos [...]. Sin esta prudente guía de la conciencia, de modo ordinario, es muy difícil secundar convenientemente los impulsos del Espíritu Santo y de la gracia divina".

Juan Pablo II, Carta a los seminaristas de España, Valencia 8-XI-1982.
"En la propia vida no faltan las oscuridades e incluso debilidades. Es el momento de la dirección espiritual personal. Si se habla confiadamente, si se exponen con sencillez las propias luchas interiores, se sale siempre adelante, y no habrá obstáculo ni tentación que logre apartaros de Cristo".

El Concilio Vaticano II recomienda el acompañamiento espiritual a todos: sacerdotes, religiosos y laicos que buscan la santidad en medio de los afanes del mundo.

El Catecismo de la Iglesia enseña en el punto 2695 que la "dirección espiritual" asegura en la Iglesia una ayuda para la oración. 
Se lee en el punto 2690: El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría, de fe y de discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración (dirección espiritual). Aquellos y aquellas que han sido dotados de tales dones son verdaderos servidores de la Tradición viva de la oración:

Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de San Juan de la Cruz, debe "considerar bien entre qué manos se pone porque tal sea el maestro, tal será el discípulo; tal sea el padre, tal será el hijo". Y añade: "No sólo el director debe ser sabio y prudente sino también experimentado... Si el guía espiritual no tiene experiencia de la vida espiritual, es incapaz de conducir por ella a las almas que Dios en todo caso llama, e incluso no las comprenderá" (Llama estrofa 3).

El magisterio de la Iglesia ha tratado varias veces de este tema, aprobando y animando la práctica de la dirección espiritual y condenando algunas doctrinas no favorables o contrarias a la misma (cf Carta apostólica Testem benevolentiae, 22 enero 1899). En los seminarios y en los institutos religiosos los documentos oficiales exigen la dirección espiritual.

Es muy oportuno recordar en este contexto algunas afirmaciones del Vaticano II que definen la conciencia como "el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla", "donde Dios habla, en los oídos del corazón" y le invita: "haz esto, evita aquello" (GS 18). Todo cristiano está individualmente, en su interior, "movido por el Espíritu de Dios" y bajo este impulso y esta guía debe "obedecer a la voz del Padre" (LG 41); es el propio hombre quien "decide su propio destino, bajo la mirada de Dios" (GS 14). En definitiva, sólo él puede percibir cuál es el carisma específico y único que ha recibido del Espíritu (cf LG 12) y cómo, en virtud de ese carisma, tiene que desarrollarse, madurar e insertarse, mediante el ejercicio de su propia misión, en la única vida y misión de la Iglesia (cf LG 31). A la luz de estas afirmaciones, que tienden a aclarar el concepto de autoridad en la Iglesia, a afirmar y subrayar la dignidad de la conciencia y la responsabilidad personal y la acción del Espíritu Santo en cada uno de los creyentes, las tareas de la dirección espiritual parecen ser las siguientes: ayudar al cristiano a descubrir sus propios "oídos del corazón", a desarrollar este oído interior por medio del cual entra en contacto con el Espíritu de Cristo, a mantener vivo este contacto y, en él, a dejarse mover y guiar, con prontitud total y sin condiciones, en la dirección que el Espíritu quiera. Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi del 8 de diciembre de 1975 (n. 46), estimula a descubrir y reinventar el servicio del padre espiritual y demuestra una especial atención a "aquellos sacerdotes que a través del sacramento de la penitencia o a través del diálogo pastoral se muestran dispuestos a guiar a las personas por los caminos del evangelio, a confirmarlas en sus esfuerzos, a levantarlas si están caídas, a atenderlas siempre con discernimiento y disponibilidad".

La dirección espiritual plena abre, pues, a los fieles, religiosos y laicos, un camino de perfección recomendado siempre por los santos y por la Iglesia; un camino que sólo puede recorrerse buscando la santidad con toda el alma; en espíritu de humildad, manifestando sinceramente todo lo que sea conveniente, sin fiarse de uno mismo; en espíritu de fe, reconociendo con facilidad al Señor Jesucristo en el guía espiritual que él ofrece; en espíritu de obediencia y de abnegación de sí mismo, muriendo al propio juicio y voluntad, para abrirse así con una docilidad incondicional al Espíritu Santo. Ésta es la dirección espiritual, que la Iglesia de ayer y de hoy, en Oriente y Occidente, ha visto siempre como un humilde y admirable medio para el perfeccionamiento espiritual (+I. Hausherr, Direction spirituelle en Orient).

La Presbiterorum Ordinis al hablar del trabajo para despertar vocaciones al sacerdocio dice que “para lograr este fin, es de la mayor utilidad la diligente y prudente dirección espiritual”; otros documentos la indican como medio ideal para que cada joven adquiera “una educación de la interioridad”. Y al mencionar los medios para fomentar la propia vida espiritual recomienda que “estimen altamente la dirección espiritual”. Por su parte diversos documentos la recomiendan para la formación adecuada de los seminaristas, especialmente en orden al celibato sacerdotal. Lo mismo se dice de los religiosos.
          2.- LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
                            2.1.- QUÉ ES LA DIRECIÓN ESPIRITUAL

Severino Ma. Alonso, religioso claretiano, al hablar del proyecto personal, dedica un apartado a este tema, que nos da luz sobre lo que es realmente la dirección espiritual.
La dirección espiritual -otros prefieren hablar de acompañamiento espiritual- es un medio global de crecimiento en el Espíritu y de configuración con Jesucristo. Un medio global, porque comprende todos los demás. Y especialmente eficaz. No debería intentarse suplantar y ni siquiera suplir este medio, tan tradicional en los caminos del Espíritu, por otros, aunque parezcan más modernos y estén más de moda. Lamentablemente, para muchos religiosos y religiosas, el nuevo director espiritual -y a sueldo- es el psicólogo o el psiquiatra. Y, lo que es más grave, cualquier psicólogo o cualquier psiquiatra.
La Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares advirtió ya en 1980, hablando de la dimensión contemplativa de la vida religiosa:
"La dirección espiritual, en sentido estricto, merece recobrar su propia función en el desarrollo espiritual y contemplativo de las personas. De hecho, nunca podrá ser sustituida por inventos psíquicos o pedagógicos. Por eso, aquella dirección de conciencia, para la cual el PC 14 reclama la debida libertad, habrá de ser facilitada por la disponibilidad de personas competentes y cualificadas".
Diez años más tarde, la misma Congregación, en el documento Orientaciones sobre la formación en los Institutos religiosos, repitió, casi literalmente, las anteriores afirmaciones, reiterando la necesidad insustituible de la dirección espiritual para "el discernimiento de la acción de Dios, la guía del religioso en las vías divinas y la alimentación de la vida con una doctrina sólida y con la práctica de la oración" (PI 63).
La verdadera dirección espiritual tiene como fin iluminar, alentar, orientar, estimular, ayudar a discernir y hacer crecer humana y espiritualmente a la persona, mediante un acompañamiento cercano y personal. El director no puede, en ningún caso, suplantar y ni siquiera suplir a la persona interesada, ni asumir las responsabilidades que a ella le corresponden. Hacerlo así, sería condenarla a la perpetua adolescencia. Debe, por el contrario, ayudarle decididamente, con todos los medios a su alcance, a conseguir una recia personalidad integral, que se caracteriza por la recta independencia a nivel de pensamiento, de libertad y de amor. O sea, debe cultivar su espíritu crítico, su sentido de responsabilidad y, sobre todo, debe seguir y acompañar el proceso de orientación de su afectividad.
          El director espiritual debe ser y saberse un simple instrumento, y un instrumento enteramente dócil, del Espíritu Santo, que es el primero y, en realidad, el único director. Por eso, ha de mantenerse en comunión viva con él, en total limpieza de alma, por medio de la oración, para poder secundar -sin interferencias- sus inspiraciones.
La dirección o el acompañamiento espiritual tiene que centrarse, sin duda alguna, en la persona. Y el director tiene que ser alguien cercano, acogedor, dialogante; que inspire y dé confianza, sin exigirla nunca; que sepa comprender, sin necesidad de estar de acuerdo con las situaciones que se le presentan; alguien que cree firmemente -y que sabe comunicar esta fe y esta convicción- que en toda persona, aun en la más castigada por la vida y con experiencias más dolorosas y negativas, queda un fondo insobornable de libertad, que se traduce en una verdadera capacidad de reacción y en una posibilidad activa de cambio, ya que hay en su interior recursos suficientes -muchas veces en estado latente- para este cambio.
La comunicación personal -oral o escrita- debe ser frecuente y regular. Nunca debe pasar mucho tiempo sin mantener esta comunicación, sabiendo que la simple frecuencia y la regularidad ya producen efectos verdaderamente saludables, pues son una permanente invitación y un constante impulso a seguir adelante en un proceso de autosuperación. A cada persona -y en abierto diálogo con ella, a fin de descubrir lo que más le conviene o tal vez necesita- debería señalársele un plazo límite para esta comunicación, exigiéndole fidelidad al mismo. La seriedad de la dirección espiritual, por parte de la persona interesada, puede muy bien comprobarse por el cumplimiento o no de esta primera exigencia.
            2.2.- ACTORES PRINCIPALES EN LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL

Como si de una obra se tratara, “mi vida con Dios”, la dirección espiritual tiene un elenco de actores, el acompañado, que trata de acercarse a Dios y el Señor que espera permanentemente al acompañado y es su modelo. Hay que contar con el “malo invitado” que trata de que no se unan el acompañado con el Señor. Y nos preguntamos por el verdadero acompañante, es decir, el que consuela, el que sopla, suficientemente lejos para no interferir en la obra, para verla en perspectiva y suficientemente cerca para aconsejar, recordar, indicar y tener una relación afectiva con el acompañado, es el Espíritu Santo.

El director espiritual debe huir de cualquier tipo de personalismo del que ya hablaba san Agustín (Trat. Evang. S. Juan, 123). “Los que conducen las ovejas de Cristo como si fuesen propias y no de Cristo, demuestran que se aman a sí mismos y no al Señor”.
“Mi papel se reduce –escribía Dom Columba Marmion– a rezar mucho; a señalar los escollos que pueden encontrar las almas mejor intencionadas, a aconsejarlas en los casos oscuros y, finalmente, a estimularlas a que se entreguen sin reservas a Dios”.
San Francisco de Sales las resume diciendo que el director “ha de estar lleno de caridad, de ciencia y de prudencia; si careciere de cualquiera de éstas, habrá peligro en la dirección”. El motivo no es otro que la seria responsabilidad que asume ante Dios todo director espiritual. Consciente de esto, escribía a una dirigida Columba Marmion: “Usted no olvide que, al tomarla bajo mi dirección, cargo con toda la responsabilidad de su alma delante de Dios. Tome por tanto la costumbre, desde ahora, de encomendarme con todo fervor a Nuestro Señor a fin de que le pertenezca enteramente y que no me domine otro deseo que el de cumplir en todo su divina voluntad”. Y a otra persona: “Así como yo... tomo sobre mí la responsabilidad de su alma, así también debe Usted rogar por mí a fin de que Jesús llegue a ser el verdadero maestro de mi vida interior y que viva en absoluta dependencia de su Espíritu”.
Santa Teresa decía: “todo el remedio del alma está en tratar con amigos de Dios”.
Algunas características del director espiritual.

Espíritu fraternal. El acompañante es un compañero de camino del acompañado, ni mejor ni superior, sólo distinto. Es necesario saber, creer y vivir que sólo Dios es Padre y nosotros todos somos hermanos. Nuestra ayuda es una función pasajera para que el acompañado llegue a ser más libre, más de Dios y de los hombres, con la libertad de los hijos de Dios.
Espíritu de servicio. El acompañamiento es un servicio delicado. Vivir con el acompañado los altos y bajos de su vida; es el servicio de la paciencia, mientras el acompañado adquiere la sensibilidad y el gusto por la obra de Dios y toma conciencia de esta realidad novedosa y delicada de cómo Dios opera; es el servicio de la ternura de Dios para los hombres, de manera que el acompañado se sienta querido y cuidado con fuerza y delicadeza.  
Entremos ahora directamente en las cualidades que debe tener la persona que hace dirección espiritual:
1) Espíritu de fe
El texto de la carta a los Hebreos (11,6), es necesaria la fe para quien quiere acercarse a Dios, también vale como aplicación particular a la actitud del dirigido espiritual. La fe ha de ser la actitud fundamental en la relación con el director espiritual. El espíritu de fe es fundamental cuando debe enfrentar las tentaciones que pueden surgir contra el director espiritual: desconfianza infundada, rechazo de sus consejos ascéticos, descubrimiento de sus defectos (que como todo ser humano tiene) inflados por el espíritu diabólico, etc. Es igualmente necesario este espíritu en el caso de que surjan movimientos contrarios, es decir, apegarse humana y afectivamente a un determinado director, caer en un trato puramente natural con él, etc.

2) Confianza, sencillez, sinceridad y discreción
La confianza con el director es esencial a la dirección. Santa Teresa, hablando del confesor, decía tener por principio normativo esta actitud: “tengo por gran principio de aprovechar mucho tener amor al confesor”.
Escribía San Francisco de Sales: “Tratad con él (el director) con franqueza, con sinceridad y fidelidad, manifestándole claramente vuestro bien y vuestro mal, sin fingimiento ni disimulación... depositad en él toda vuestra confianza mezclada de un respeto sagrado, de tal modo que el respeto no disminuya la confianza ni ésta el respeto”. Algo semejante enseña San Juan de Ávila: “... fiadle con mucha seguridad vuestro corazón, y no escondáis cosa de él, buena ni mala; la buena, para que la encamine y os avise; la mala, para que os la corrija”.
Santa Teresa, por su parte, añadía: “Lo que es mucho menester, hermanas, es que andéis con gran llaneza y verdad (…) en contar la oración. Porque si no hay esto, no aseguro que vais bien, ni que es Dios el que os enseña; que es muy amigo que al que está en su lugar, se trate con la verdad y claridad que consigo mismo, deseando entienda todos sus pensamientos. ¡Cuánto más las obras por pequeñas que sean!”. Dom Columba Marmion escribía en una oportunidad: “El alma que se abre enteramente a quien el Señor le dio por guía no tiene por qué temer ser víctima de ilusiones”.
Y San Juan de la Cruz: “...Cualquier cosa que el alma reciba, de cualquier manera que sea, por vía sobrenatural, clara y rasa, entera y sencillamente ha de comunicarla luego con el maestro espiritual... Y esto por tres causas: la primera, porque... muchas cosas comunica Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella... La segunda causa es porque ordinariamente ha menester el alma doctrina sobre las cosas que le acaecen, para encaminarla por aquella vía a la desnudez y pobreza espiritual que es la noche oscura. Porque si esta doctrina le va faltando, dado que el alma no quiera las tales cosas, sin entenderse se iría endureciendo en la vía espiritual y haciéndose a la del sentido, acerca del cual, en parte, pasan las tales cosas distintas. La tercera causa es porque para la humildad y sujeción y mortificación del alma conviene dar parte de todo, aunque de todo ello no haga caso ni lo tenga en nada. Porque hay algunas almas que sienten mucho en decir las tales cosas, por parecerles que no son nada, y no saben cómo las tomará la persona con quien las han de tratar; lo cual es poca humildad, y, por el mismo caso, es menester sujetarse a decirlo. (Y hay otras) que sienten mucha vergüenza en decirlo, porque no vean que tienen ellas aquellas cosas que parecen de santos, y otras cosas que en decirlo sienten, y, por eso, que no hay para qué lo decir, pues no hacen ellas caso de ello; y, por el mismo caso, conviene que se mortifiquen y lo digan, hasta que estén humildes, llanas y blandas y prontas en decirlo, y después siempre lo dirán con facilidad”.

3) Obediencia
La obediencia garantiza la eficacia de la dirección. Es, por tanto, la obligación fundamental del dirigido. Hasta el punto tal es esto necesario que la actitud de algunos santos, como Santa Teresa, no deja de ser sorprendente. Así, por ejemplo, dice: “Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me decía otra, me tornaba el mismo Señor a decir que le obedeciese; después Su Majestad le volvía para que me lo tornase a mandar”. Aquí se percibe cómo y cuánto en la Iglesia la gracia y los dones divinos respetan la jerarquía.
          Por eso, insiste Santa Teresa, no ha de emprender nada el alma de cuanto le prescriba el mismo Dios, mientras no se lo autorice el confesor. Y si éste no autoriza, el alma no queda más obligada, pues ahí está la voluntad divina, ya que si Dios realmente quiere que el alma haga alguna cosa que el confesor no ve de la misma manera, cuando quiere y como quiera puede cambiar el corazón del director o confesor.





            2.3.- LA FORMACIÓN DEL DIRECTOR ESPIRITUAL

              En este tema se deja entrever la necesidad de una formación personal del director o directora espiritual y de algunas áreas privilegiadas de dicha formación. El planteamiento que hace Amedeo Cencini sobre el tema puede darnos luz en nuestra reflexión.
              Comienza diciendo que existe una cuestión importante en este tema, referente a la identidad del director espiritual, ¿debe ser un competente o un carismático, un profesional en su función de ayudar o un hombre de Dios, una cosa más que la otra o las dos cosas al mismo tiempo? En otras palabras, ¿todos pueden ser directores espirituales o solamente algunos; el ministerio ordenado o la consagración religiosa capacitan automáticamente para desempeñar este servicio? Cualquiera que sea la opción escogida en este planteamiento, condicionará el concepto y el modo de formación del director espiritual.
              Resultará útil entre otras cosas, establecer una cierta distinción entre la formación entendida como preparación para ejercer una función determinada y la formación personal como experiencia instantánea y sucesiva al cometido desempeñado.

              a) Formación propia como preparación específica para una relación de ayuda

               Se da por descontado que quien se dedica al cuidado de las almas debe recibir precedentemente una adecuada formación.
              Pero lo que no se puede asegurar ciertamente es que exista de hecho una preparación específica para esta relación de ayuda y para la dirección espiritual.
              En los seminarios y centros de estudios teológicos, existe todavía un grave desequilibrio  entre contenidos y métodos, parece como si las cuestiones referentes al método práctico haya que considerarlas de naturaleza inferior a las relativas a la reflexión teórica. Olvidando que la pedagogía moderna viene repitiendo desde hace tiempo: método y  contenido están estrechamente vinculados; el modo de exponer una verdad está indisolublemente unido al contenido de la verdad misma.
               Ahora bien, es evidente también que la dirección espiritual es en sí misma una metodología. Habrá sin duda quien diga que es suficiente que el director espiritual sea un hombre de Dios, que basta con la gracia de estado, que no es tan importante la reflexión sobre el método, que es suficiente adaptarse a la personalidad del dirigido, que la dirección espiritual no es psicoterapia, etc. Todo cierto. El director es ante todo hombre de Dios; sin la gracia (sea o no de estado) no podemos hacer nada. Pero esto no tiene que estar en contraposición a la necesidad de una formación específica para el ministerio de la dirección espiritual. Más aún, el deber ser hombre o mujer espiritual y abierto a la acción liberadora de la gracia es, incluso, un nuevo motivo para exigir tal preparación, y para que sea adecuada lo más posible al servicio que hay que prestar. El guía espiritual debería estar, pues, capacitado  para desempeñar algunas funciones:
              - Ante todo debería ser capaz de discernir su situación personal, su dialéctica de base, las áreas de su personalidad menos libres y, por lo mismo, más vulnerables, sus zonas de inmadurez e inconsistencia, a fin de evitar su proyección -algo verdaderamente grave- sobre la persona a quien dirige.
              - Un guía espiritual debe también saber discernir en el otro la presencia de conflictos e inmadureces, incluso inconscientes. No basta con observar la conducta exterior, o contentarse con lo que la persona diga de sí misma. Es indispensable que perciba, más allá de la conducta fácilmente observable, las motivaciones más profundas, las necesidades subyacentes, las tensiones ocultas, los temores inconfesables, etc. porque es precisamente en estos niveles donde se descubre la verdadera identidad del sujeto. Nunca hay que olvidar que el director espiritual no es el que decide en nombre de la persona dirigida, sino el que ayuda a crecer a lo largo del camino, en función de una elección que deberá hacer el mismo interesado; en consecuencia, deberá intentar captar dónde se hayan las raíces del problema en las diversas fases, cuál es el área en la que el individuo necesita un mayor crecimiento, qué es lo que impide una opción libre, etc.
              - Pero de poco serviría todo esto si el director espiritual no se hallase en condiciones de ayudar a la persona a discernir sobre sí misma, a descubrir y aceptar su yo actual en todos los aspectos, tanto los más evidentes como los ocultos. La dirección espiritual debe llevar al sujeto a aprender un método mediante el cual aprenda a conocerse, a no auto engañarse acerca de las motivaciones reales de sus opciones o de la falta de ellas, de sus deseos o de la pobreza de sus deseos.
              - Finalmente al director espiritual se le exige que sepa ayudar al sujeto a resolver sus propias dificultades. Y como tales dificultades están frecuentemente en  lo más profundo, inconscientes, el director deberá tener una preparación adecuada en ese sentido. No se trata de convertirse en psicólogo, sino de aprender a prestar un servicio integral a la persona que busca, prestándola, además de la ayuda para que logre una vida espiritual consciente, la ayuda necesaria para liberarla de las influencias negativas de la vida inconsciente. No con imposiciones, sino proponiendo simplemente en toda opción un camino de libertad, para que toda decisión marque un crecimiento en la libertad de la auto trascendencia del amor.
              Es evidente que todo esto, además de una preparación específica de naturaleza probablemente interdisciplinar, supone que el futuro director espiritual pueda seguir él mismo un camino de dirección espiritual con otro guía que tenga estas competencias y que, mientras le hace crecer, le "enseña" también un método.
              No hay mejor modo de "aprender" un método que constatar y experimentar su eficacia sobre uno mismo, y no sólo con la cabeza, sino con el corazón y la voluntad, y con toda la sensibilidad humana. Este método es algo más que un conjunto lógico de operaciones, es itinerario hacia Dios.
              Desde este punto de vista podemos decir que ningún curso de propedéutica para la dirección espiritual  puede sustituir a la experiencia de dejarse guiar por un director espiritual.
              Sólo el que ha sido "hijo" (y en cierto modo continúa siéndolo) puede ser "padre" en el espíritu.
              En todo caso la formación para la dirección espiritual hay que entenderla, según este primer sentido, como un conjunto de nociones teórico-prácticas, unido a la experiencia personal de un camino recorrido, con un guía, que precede al ejercicio de este ministerio y que de algún modo capacita para él. Formación permanente, partiendo siempre de esta acepción, será el recurso a estas nociones o puesta al día de las mismas con vistas a un servicio cada vez más cualificado y al ritmo de los tiempos.
              Pero formación del director espiritual puede y debe querer decir además otra cosa.



              b) Formación propia como experiencia simultánea a una relación de ayuda

              Acompañar a una persona a lo largo de su vida espiritual es verdadera y propia experiencia de formación personal para el acompañamiento mismo.
              Hablamos de formación en el sentido más amplio del término: formación como experiencia de Dios, como conocimiento propio, como individuación de las propias debilidades y pobrezas, como aceptación del otro, etc., no simplemente como aprendizaje de una técnica o experiencia que se deriva de la práctica.
              No hay que caer en la presunción, a veces muy sutil e impalpable, de ser los "maestros de Israel" cuyo papel fijo y reconocido es el de guiar al pueblo, o "los alumnos del santuario" que saben como penetrar en el "sancta sanctorum" y cómo introducir a los demás.
              Es decisivo, por el contrario, convertirnos hoy a la idea de ser peregrinos en la fe en compañía de otros hermanos con los cuales compartimos la fatiga del camino, en permanente estado de búsqueda, cada uno con una sabiduría que comunicar a los otros, y que no es propia, pues es la historia que Dios está escribiendo en su vida, la pasión de Dios que "busca" a esa criatura y se halla inscrita en su ser.
              La dirección espiritual es una experiencia absolutamente privilegiada desde este punto de vista: ella permite acercarse a esta "historia", contemplar las etapas, localizar los rastros de la presencia de Dios, a veces casi invisibles, descubriendo el sentido de esta historia, la "dirección" que el Padre la está imprimiendo, para que llegue a ser manifestación plena de su pasión por los hombres. El director espiritual contempla esta historia, que es siempre para él historia nueva, teofanía inédita, descubrimiento de algo que no sabía, zarza ardiendo a la que se acerca quitándose las sandalias y quedándose a distancia, porque es "tierra sagrada"... Algo muy distinto a ser maestro de Israel o alumno del santuario.
              El director espiritual está allí simplemente para ayudar al hermano en el descubrimiento de estos signos, y para darle un nombre; está allí para hacer patente el sentido de la propuesta de Dios para que se cumpla en él el proyecto del Padre. Comparte un trecho del camino, o la experiencia propia y personal historia, pero siempre con la discreción y el respeto del que sabe hallarse ente el misterio y lo inédito.
              Y en la contemplación admirada de esta original historia de amor, el director espiritual descubre que ella lo afecta, lo alcanza también a él; que no es un objeto externo que hay que analizar o juzgar, ante el que puede permanecer indiferente o tratar con suficiencia. Es como un capítulo de su misma historia, es un fragmento precioso que enriquece su conocimiento de Dios, que a partir de este momento se le revela y lo interpela de un mido nuevo. Como si él mismo, el director espiritual, captase mejor y con mayor plenitud su identidad y su misma vocación a través de este misterio, hasta el punto de preguntarse, si es más lo que da o lo que recibe... Y el otro, aquel a quién él "dirige", fuese mediación, paso obligatorio, original experiencia de lo divino.
              Un honesto director espiritual que toma conciencia de su papel no puede ayudar a adoptar ciertas actitudes,-atención e invocación, confianza y libertad, deseo y pasión, compasión y acción- sin hacer, al mismo tiempo, su camino personal de discernimiento y maduración vocacional, es decir, de crecimiento en la fe.
              Entonces la dirección espiritual no sería ya simple relación de ayuda, por muy cualificada que sea, o por el ofrecimiento de aportaciones en sentido único, entre superior e inferior, sino verdadera y propia experiencia de Dios por parte de dos seres que, con roles y modos diversos "encuentran" juntos a Dios el uno en el otro, ese Dios que, desde siempre en la historia de la salvación, ha mostrado que prefiere el camino de la mediación humana para revelarse al hombre.
              En esta concepción de la dirección espiritual y de la praxis que de ella se deriva, es probable que no sólo los "dirigidos" puedan descubrir su propio camino hacia Dios, sino que también el mismo director espiritual pueda redescubrir plenamente su propia identidad y misión, de hombre de Dios y hermano o hermana de quien busca a Dios.

c) Actitudes y estilo de acompañar: desde las Ciencias Humanas

Recibir al otro con hondura
Acoger desde lo hondo a la persona acompañada y de tal forma que esta lo note, sin enjuiciar o moralizar, es decir incondicionalmente. La clarificación de la problemática es posterior y fruto de esto mismo. Esta actitud debe manifestarse a lo largo de todo el proceso, pero de manera especial al iniciarlo. Esto permite a la persona ser ella misma, lo que resulta ser una experiencia liberadora.

Ser uno mismo
Desempeñar roles en el acompañamiento no resulta, esta no es destreza exterior. El testimonio honesto es básico y contagioso. Ser autentico y coherente- esforzándose conscientemente y con humilde fe- es la tarea. El acompañamiento se realiza por la calidad de la relación, más que por las palabras.

En sintonía con los sentimientos propios
Lo que siente y lo que experimenta la persona mientras acompaña o fuera de la sesión, es una señal, apunta a algo que merece ser descifrado. No se llega lejos ayudando solamente con la cabeza y no desde la hondura de uno mismo. Sin dejarse afectar, quien acompaña no podría comprender con profundidad a quién quiere ayudar; y sin lucidez sobre lo que le dicen los sentimientos peligraría el sentido de la relación.

Confiar en las intuiciones y tomarlas en serio
Como los grandes deseos, sobrevienen, no es algo que uno elabore, sino que surge como don del ser. Es un don que pone el Señor en la persona que acompaña. Habría que tomarla en serio con sentido común, discernimiento y sentido de fe, sin temor paralizante que no deja lugar a la novedad.

Tolerar las frustraciones con espíritu de gratuidad
Quien acompaña está invitado a desarrollar una tolerancia a la frustración y a estar preparado a experimentar alguna vez envidia, celos, pena, desconcierto, gozo, satisfacción…ante reacciones de la persona acompañada; esto durante la misma entrevista o fuera de ella, lo cual pide gratuidad en la ayuda, una actitud que evita crear dependencias y reaccionar a la defensiva. Tolerar la frustración y mantener la gratuidad en el proceso del acompañamiento espiritual son actitudes que van juntas y suponen personas maduras centradas en Jesucristo.


Fomentar la capacidad de asombro y mirada contemplativa
Asombrarse del camino de Dios, distinto y original en cada persona, facilita el estar abierto a lo que el Señor realiza en esa persona con su personalidad, su historia, sus fortalezas, y debilidades.  Esta mirada hace descubrir realidades hondas en la persona acompañada, más allá del mero proceso analítico. Nos invita a ver a la otra persona con los ojos de Dios.

No apropiarse de la experiencia de acompañar
No querer apropiarse de la persona ni del proceso mismo del acompañamiento. Esto es verdad para toda relación de ayuda. El acompañamiento espiritual lo caracteriza la apertura a lo que Dios quiere en la vida de quién está caminando, allí donde los grandes deseos de la persona apuntan a los deseos de Dios para ella. Esto supone un acompañamiento libre, desinteresado, capaz de tomar o soltar opciones, solamente buscando el bien del otro

APERTURA, MANEJO Y CIERRE en cada encuentro.

La apertura en la entrevista. Hay ajustes entre los participantes, hay esperanzas y desconfianza, se plantean expectativas y se trata de comprenderlas. Durante la apertura la relación es mucho más fluida, el acompañado muestra creciente interés por el presente y presiona hacia el futuro. El acompañado necesita un soporte para su yo y el acompañante funciona como yo auxiliar, que debe transmitir seguridad.
El modo de conducir la apertura debe adaptarse a las circunstancias específicas de cada acompañado. Es indispensable ser flexible y adaptable para llevar la entrevista constructivamente. Utiliza las destrezas de acogida, establece rapport, plataforma emocional que permite que los afectos del acompañado estén al servicio del objetivo, clima ideal para que la persona pueda expresar sus pensamientos, emociones, gustos, expectativas, sin miedo a ser rechazado.

El manejo: se desarrolla la transferencia y contratransferencia con un extensísimo abanico de matices, sutilezas, contradicciones y contrariedades. Interviene la interpretación que es legítima si tiende a remover un bloqueo concreto de la tarea que se está realizando. Siempre toca la diferencia entre el funcionamiento adulto y el funcionamiento infantil, esto es ineludible y doloroso. Hay que reflejar al acompañado su ansiedad sentida, porque utiliza un mecanismo de defensa que ataca, desvirtúa y perturba el funcionamiento del objeto.

Cierre: se propone que el acompañando alcance el crecimiento mental, un cambio de carácter y la expresión de la personalidad. Las entrevistas cesan cuando la persona se aproxima suficientemente a sus metas, es protegida de una posible caída y obtiene los instrumentos necesarios para continuar por sí misma el resto de sus días (autoanalísis). A semejanza de un ciclo vital, un proceso de acompañamiento certero pasa por las etapas de nacimiento, desarrollo y muerte. Hablar de cierre es hablar de un proceso de muerte que supone un duelo que se ha de asimilar, cuyas etapas son: negación, enojo, negociación, depresión y aceptación. Exige al acompañante un compromiso afectivo que brinde el espacio y el tiempo adecuados, además de un soporte emocional práctico.
Marcamos con fuego en la memoria los pocos contactos que hemos tenido, en los años opacos de rutina y de pecado, con almas que hicieron más sabias a nuestra alma; que dijeron lo que pensábamos; que nos enseñaron lo que sabíamos; que nos dieron la oportunidad de ser lo que interiormente éramos[1]

Madurez espiritual para escuchar

Apasionadas por Jesús:
Opción afectiva que orienta nuestra razón y canaliza nuestra energía, que va a ser respuesta a un amor primero: “conocer internamente al Señor para amarlo y seguirlo” (San Ignacio)
“Me abracé al mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús” (San Agustín)
Necesitamos conocer, gustar, haber madurado el mensaje de Jesús, su persona, su vida, su manera de relacionarse, su proyecto, su muerte y resurrección.
Llamadas a ser gustadores de la Palabra, maestros, de la Palabra, para así saber leer la vida y los acontecimientos con ojos novedosos, cristianos.

Abiertas al misterio
Somos un misterio inalcanzable. No logramos conocernos y entender lo que somos y hacemos y menos llegamos a entender a los demás. Necesitamos entrar en el misterio del dolor, del pecado propio, y de la cruz.

Mediar
El verdadero acompañante es el Espíritu Santo, lo nuestro es la mediación, nos toca estar ahí como verdaderas pedagogas que escuchan, que acogen, procesan lo que llega, se sitúan al lado y del lado de la persona; no delante ni detrás. Se le ayuda a dar pasos hacia delante, a su ritmo, de forma metódica y pautada, sin presionar ni abandonar, sin forzar ni aflojar.
Se realiza en una actitud de apertura para escuchar, ofrecer preguntas abiertas que ayuden a explayarse, reflejos oportunos que ayudan a profundizar. Operaciones tales como: asociar, relacionar, disociar en un momento para identificar todo lo que acontece en una situación; hacer síntesis, ampliar perspectiva, abrir horizonte, reinterpretar vivencias, verificar, etc. Todo esto se pone en juego en cada encuentro. Pide lucidez para descubrir el momento de ofrecer tareas y pautas para la vida, siempre con la finalidad de ayuda, según el momento en que la hermana esté.
Estos encuentros no pueden darse si no es algo previamente acordado y decidido por ambas partes.
Supone un sacrificio de tiempo y de entrega incondicional sin buscar nada para sí ni desear nada por el otro.




Clarificar
Poner palabra y dejar que la palabra sea pronunciada y escuchada. Se hace ayudando a los otros a hacerse las preguntas adecuadas, a conectar los sentimientos con la razón, a simbolizar con la palabra la experiencia, aproximándonos, casi sin darnos cuenta, a lo que es la interioridad.
La clarificación es la experiencia de poder vivir desde el centro de nosotros mismos, proyectados y relacionados con los otros, ya que nos sentimos diferenciados y nos sabemos diferenciar. Así se hace posible la conexión y la relación con la vida.
La clarificación pide centrar en cada conversación aquello que verdaderamente afecta, impresiona, inquieta, entristece, alegra, interesa. Se puede hablar de muchas cosas, pero cada encuentro tiene un tema específico.
Cada director espiritual superiora debe aprender a escuchar con empatía inteligible y compresiva.
Vincular
Es la experiencia de hacerse compañera del otro en todo el itinerario, implica el compromiso de claramente acordado de encontrarse las dos personas, con periodicidad previamente fijada de forma flexible (encuadre). No se trata de fingir, tampoco de forzarse; cada uno debe acertar a saber ser uno mismo al lado del otro, no guiado por las propias ansiedades emocionales-
Es necesario mirar la vida y la persona con los ojos de Dios. El acompañamiento a través de la escucha en la vida diaria pide mística y compromiso, confianza y respeto.

3.- DIRECCIÓN ESPIRITUAL EN JEANNE DE MATEL
                       
                                   3.1.- INFLUENCIA DE LOS JESUITAS EN SU DIRECCIÓN ESPIRITUAL
            3.1.1.- ANTECEDENTES

Conocemos la relación de Jeanne de Matel con los Jesuitas, es indudable que ellos ejercieron una gran influencia en su formación espiritual. Existe una cantidad considerable de documento que acreditan esta relación, generalmente son cartas que ofrecen una nueva luz sobre la personalidad de la madre de Matel. Existen 109 cartas y la intervención de 60 padres jesuitas que nombra la sierva de Dios, desde 1611 hasta 1663.
                Se impone la necesidad de saber cómo llegó a tener tanta relación y correspondencia con tantos jesuitas. Los puntos preliminares de esta relación son principalmente tres:

a)      LA DEVOCIÓN DE JEANNE DE MATEL A SAN IGNACIO DE LOYOLA

                     La devoción a Ignacio de Loyola, su fama de santidad y milagros habían logrado en la época del nacimiento de la Madre de Matel, que se comenzaran los procesos ordinarios para su beatificación. Como sabemos fue beatificado por el Papa Pablo V, y lo canonizó Gregorio XV el 12 de marzo de 1622. Así pues la Jeanne de Matel tuvo ocasión de crecer en esta devoción y conocimiento, cuando los jesuitas fundaron un colegio de Roanne en 1611. “Jeanne eut donc toute facilité de recourir aux lumières de ces hábiles et saints directeurs, grâce précieuse pour una âme conduite en des voies si extraordinaires et qui lui fut providenciellement continué presque toute sa vie” (Penaud, I, p. 72.). El trato habitual con sus confesores y directores jesuitas, desde que ella tenía 15 años, ayudó a la sierva de Dios a conocer y profundizar la vida ejemplar de San Ignacio de Loyola. La primera vez que ella lo nombra  en su autobiografía es recordando la gracia que recibió durante su oración el 24 y 27 de agosto de 1620: “Tout ainsi que j´ai choisi le bienheureux st. Ignace pour instituer una Compagnie d´hommes qui honore mon nom, je t´ai choisie pour dresser una Congrégation de filles” (La sierva de Dios, Autobiogra., p. 162). Dedicó a San Ignacio algunos trozos de sus escritos que nos muestran el culto filial que le tributaba, escribió en 1636.
La figura de San Ignacio de Loyola dentro de la dirección espiritual se prolongará a lo largo de los siglos, a través de sus ejercicios espirituales, y en especial por las reglas de discernimiento. Los ejercicios espirituales expresan la espiritualidad ignaciana, es decir, la de dar siempre lo mejor a Dios. 
     Esta espiritualidad san Ignacio la ejerció sobre sus dirigidos, siempre en el ámbito de la más completa libertad, poniendo delante de ellos la figura amable de Cristo en sus diversas facetas de su vida: desde la encarnación hasta la resurrección, pasando lógicamente por la pasión y muerte, en dónde san Ignacio suele detenerse para lograr arrancar al alma las decisiones necesarias para llevar a cabo una transformación de vida.
     El director espiritual, para san Ignacio, debe ser un hombre de Dios, debe escrutar con diligencia los caminos por los que Dios está conduciendo al alma. Es un “testigo de Dios” que admira con respeto la acción de Dios en las almas, es también un árbitro que debe discernir los movimientos interiores del alma, dando gran importancia al hecho de la persona dirigida manifieste abiertamente las mociones que experimenta en su alma. El lugar para ejercitar la dirección espiritual eran los ejercicios espirituales, donde describe unas “reglas del discernimiento de espíritus”. Suponemos que esto describe también a cada uno de los directores espirituales de Jeanne de Matel.
Así pues esto nos lleva a pensar que para Jeanne de Matel le eran muy familiares los ejercicios espirituales de San Ignacio así como el método de discernimiento ignaciano que aprendería de sus directores jesuitas. El acompañado está permanentemente afectado por situaciones de discernimiento, de toma de decisiones. El acompañante ayuda al discernimiento dando luz respecto a lo que realmente ocurre e identificando la acción de los espíritus. Es indispensable conocer las reglas, los conceptos y recomendaciones en torno al discernimiento que Jeanne de Matel no sólo conocía en teoría sino también en la práctica.

                                                                                        
              b) INFLUENCIA ESPIRITUAL DE SAN LUIS GONZAGA Y SAN JUAN BERCHMANS
              La madre de Matel describe la experiencia verdadera de fraternal ayuda espiritual del beato Luis Gonzaga, beatificado el 2 de octubre de 1621 y del joven jesuita Juan Berchmans, muerto en olor de santidad el 13 de agosto de 1621. (Aunque la madre se refiere a él como el santo,  fue beatificado en 1865 y canonizado el 15 de enero de 1888). Escribe sobre ellos en su diario espiritual el 21 de junio de 1633, lo tituló así: Des gràces et assistance que j´ai reçues de la divine bonté par l´aide et intercession des bienhereux Louis Gonzague et saint Jean Berchmans de la Compagnie de Jésus”. El primero le obtiene la amorosa devoción al Santísimo Sacramento y el segundo la había alejado de aficionarse a un confesor.

              c) APRECIO POR LA COMPAÑÍA DE JÉSUS.
               Se conserva una carta donde se ve la estima que tenía a la Compañía, pues solicitó pertenecer a ella  cuando tenía 25 años, como hija de la Compañía y en esta carta el P. Jacquinot le dice que ha obtenido para ella esa gracia. “Notre r.p. général vous a accordé la participation que je lui ai demnadé pour vous (…). Vous êtes donc maintenant telle que vous avez désiré, accepté pour fille de la Compagnie en notre Seigneur”.
               Antes de conocer la voluntad de Dios respecto al nombre de la congregación, deseó y consintió  que se les llamara Filles de Jesús, lo cual abandonó cuando comprendió que debería llamarse del Verbo Encarnado siendo así fiel a su carisma de fundadora.
               El trato de Jeanne de Matel con los jesuitas fue en varios niveles: directores espirituales y discernidores de sus escritos y estados místicos, confesores, cooperadores en su obra de fundadora, y amigos espirituales.
               En la Positio existe un apartado en los que aparecen todos los nombres de los Jesuitas que tuvieron relación con ella, el año o los años de comunicación, el motivo del encuentro, documentos y lugares de donde se enviaban cartas a la sierva de Dios.
               Las cartas que nos pueden ser de mayor utilidad en este estudio son las que se catalogaron como CARTAS DE DIRECCIÓN ESPIRITUAL. Son 74, desde 1616 hasta 1663, en ellas se encuentran todos los temas de la teología espiritual.


A MODO DE CONCLUSIÓN

               Vista la relación de la Madre de Matel con los jesuitas podemos deducir que estaba muy familiarizada con el método jesuita en la dirección espiritual, así pues nos puede llevar a pensar que ella conoce las  “Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones que en el ánima se causan: las buenas para recibir y las malas para lanzar” de San Ignacio de Loyola.

               La madre de Matel nunca cesan esas mociones, es decir, esos movimientos o inclinaciones del alma que experimenta en su vida, la consolación, es decir, esa moción interior, profunda, con la cual la persona se siente dispuesta a amar y servir, porque experimenta con profundidad el amor a su creador y Señor. Hay una alegría interna y un aumento de fe, esperanza y amor. Hay una paz y un equilibrio difíciles de adquirir, porque son un regalo de Dios. La desolación será lo contrario. Será la oscuridad, la tentación, la confusión, la inquietud y la agitación, la desconfianza... uno se experimenta como separado y alejado de su Creador y Señor. Todo esto queda reflejado a lo largo de sus escritos, leemos algunos ejemplos.

*      Añada a todo esto la consideración de la gloria de Dios y las obligaciones que tengo de seguir las mociones que para este fin me ha concedido y sigue concediéndome continuamente. Pienso que esto sería pecar contra el Santo Espíritu, quien me hace conocer que es su voluntad santificar, por medio de este Instituto, a muchas jóvenes que entrarán a la Orden. OG-01 Capítulo 68
*      Al día siguiente por la tarde, estando en oración en la iglesia del colegio, sin preparación previa, sino según las mociones del Espíritu Santo, lloró movida en parte por el amor, en parte por el dolor y temor de sus faltas, y de la pena de verse en la tierra sujeta a tantas imperfecciones. OG-03 Carta 9.
*      El remedio que me aplico es colocar la cabeza entre las manos durante algunos minutos. Con el favor divino, esto me capacita para orar y hacer mi oración, la cual debo comenzar a las cuatro y media y terminar a las cinco y media o seis, según las mociones del Espíritu Santo. OG-04 Capítulo 1           
*      Como me invitara a participar en ellos, exhortándome a prepararme para ser otro vaso de elección y dilección, a pesar de que en otro tiempo prohibió a nuestro sexo enseñar en la Iglesia, me dio a entender que de ninguna manera prohibió que hablásemos de las cosas de Dios en la conversación ordinaria y que tampoco puso límites a las mociones del Espíritu Santo. OG-04 Capítulo 14
*      Con estas palabras me dio a conocer que la gracia obra libre y poderosamente en las almas, sin agraviar la franqueza de su libertad; y que a ellas corresponde dejarse conducir voluntariamente según las mociones del Espíritu Santo, que obra en ellas dulcemente cuando no hay resistencia de su parte. OG-05 Capítulo 117
*      El lunes por la mañana, al salir del confesionario, sintió en el corazón una moción: comprendió que se trataba del Espíritu Santo, quien venía a prepararla OG-03 Carta 5.
*      Estuvo con él mucho tiempo, al cabo del cual se levantó, pues eran ya las once y cuarto, permaneciendo el resto del día en un estado de gran consolación.OG-03 Carta 2
*      ¡Oh Dios! ¡Cuánta consolación es verse unida a este Verbo! OG-03 Carta 5.
*      Todas estas caricias y palabras de mi esposo tuvieron el poder suficiente hacer a un lado todas mis amarguras, y la consolación acostumbrada se apoderó de mi alma, que no había perdido, en medio de esta turbación, ni la paz ni la presencia íntima de Dios. OG-04 Capítulo 45
*      Animo Hija mía, tu fe te ha salvado. Has tocado y tocas todavía la franja de mi vestido; haces bien en ponerte a mis pies de los que sale continuamente una virtud de dulzura para tu consolación porque eres la primera en mi Orden. OG-02 Capítulo 123
*      El mismo año de 1625, me privaste durante algunos meses de tu deliciosa presencia. No encuentro las expresiones ni las palabras adecuadas para expresar las aflicciones que encontraba mi alma en compañía de aquellos y aquellas con los que necesariamente debía tratar y conversar. Temía haber sido culpable, y que por crímenes que ignoraba hubieras decidido este abandono, que jamás había experimentado en la casa paterna, y como durante nueve años jamás había tenido un solo día de desolación parecido a estos tres meses, te dije: " ¿He sido ingrata a tus favores? ¿He olvidado las gracias que he recibido de tu pura bondad?" OG-01 Cap. 46
*      Mi muy querido y Reverendo Padre en Nuestro Señor: Si a causa de mis imperfecciones, le he comunicado parte de mi desolación, por la perfectísima caridad de mi querido esposo compartiré también parte del gran consuelo que mi dulce Amor se apresuró a traerme. OG-03 Carta 30.

                  3.2.- DIRECTORES ESPIRITUALES DESPUÉS DE LA FUNDACIÓN (1625-1670)
Es de vital importancia seguir el itinerario espiritual de Jeanne de Matel en la plena realización de su vocación como fundadora, porque esto marcará su vida en todos los sentidos.
Como sabemos era objeto de continúas gracias especiales que formaban habitualmente parte de vida espiritual. Esto la hizo buscar una dirección espiritual sabia y continúa que encontró especialmente en los jesuitas.
“La joven, en el discernimiento de los estados extraordinarios a los cuales Dios la había elevado, no se fiaba únicamente de sus propias luces. (…). Conocemos los nombres de estos directores. Seguramente formaban parte del número de teólogos más notables y destacados de la época, tenemos  varias cartas escritas por ella a estos personajes de élite” (Cf. CRISTIANI, Une grande mystique lyonnaise, Lyon 1947, pp.19-22)
Se puede deducir por sus escritos que su relación con ellos era muy duradera, y no dejaba de consultarlos, incluso cuando dejaba de recibir la dirección continúa. En este proceso de comprensión de su vocación de fundadora en ningún momento dejó de escoger hombres sabios y prudentes que la dirigieran. Aunque cuando fueron mayores sus sufrimientos en los últimos años de su vida, se vio privada del derecho de dirigirse a sus directores habituales y aceptar, de parte de los que la gobernaban, los que le imponían, lo cual aceptaba con un fuerte espíritu de fe.
Así pues, para tener una panorámica lo más completa posible, es necesario tomar en cuenta a los directores espirituales y confesores elegidos por ella, de los que no fueron elegidos, de los hijos espirituales y de las fuentes principales de la dirección espiritual.
                     3.3.- DIRECTORES ESPIRITUALES Y CONFESORES ELEGIDOS POR JEANNE DE MATEL
Podemos decir que todos sus directores eran portadores de una gran personalidad y que ejercieron una gran influencia espiritual para ella, a partir del momento de su fundación.
Haciendo un recorrido por todos los escritos que tenemos de la Madre de Matel, encontramos a los siguientes directores:
ü  P. Nicolás Dupont, SJ
ü  P. Claude de Lingendes, SJ
ü  P. Joseph Gibalin, SJ
ü  P. Jean Baptiste Carré, OP

a)      P. Nicolás Dupont, S.J. Por los archivos de los jesuitas, conocemos los datos siguientes: Nació en Chaumont  en la diócesis de Langres el año 1586; entró en la Compañía de Jesús el 10 de diciembre de 1604; hizo la tercera probación en Lyon en 1619. Formó parte de la comunidad de Roanne de 1623 a 1625 que fue cuando conoció  y ayudó a la madre.  La madre habla de él cuando al inicio deseaba conocer la voluntad de Dios respecto al tiempo adecuado de comenzar la fundación. “Mi confesor que era por aquél entonces el reverendo padre Nicolás Dupont…” Y en otra parte dice que los reverendos padres Dupont et Bonvalot, jesuitas, hicieron bien en apresurarla para que saliera de su casa antes de recibir la respuesta de su padre que estaba en París puesto que él no consentía su salida de la casa, lo cual la afligía mucho. Se conservan los originales de 4 cartas del Padre Dupont entre los años 1625 y 1627, donde manifiesta la gran estima en la que la tiene, la confianza en sus oraciones y el interés por la obra. El mensaje espiritual se puede resumir  en: ser valiente para hacer siempre lo que Dios le pide e informar cómo es su trato con Dios, su vida de oración y si avanza en la fundación.
b)      Claude de Lingendes, S.J. Nació en Moulins el 11 de septiembre de 1591, entró en la Compañía en 1607 en Lyon y profesó el 13 de junio de 1627, muere en París el 12 de abril en 1660. Existen dos cartas por las que sabemos que conoció a Jeanne de Matel una en 1623 y otra en 1631. Y la madre habla de él en su  autobiografía (pag. 270), cuando hizo su primer viaje a París. En un principio se le consideró como un gran enemigo, “le prince des orateurs sacrés de son temps, et l´un de plus excellents directeurs dans les voies de la perfetion”. Dirigió  a la madre durante su estancia en París. La estimaba mucho, alentaba s su dirigida a dar una respuesta cada vez más generosa al Dios que la colmaba de tantas gracias y favores especiales; la invitaba a buscar  el silencio, el retiro y la oración en medio de los viajes y trabajos de las fundaciones; le recomendaba buscar agradar sólo a Dios, obedecer a todos y guardar su corazón a Dios.
c)      Joseph Gibalin, S.J. Nació en Gévaudan el 28 de febrero de 1593, ingresó en la Compañía en 1607 y profesó en mayo de 1671. Murió en Lyon el 15 de diciembre de 1671. Gran teólogo, maestro y escritor, primero conoció a la madre de Matel de oídas  lo que bastó para que se convirtiera en su adversario, esta enemistad era conocida por la madre. La forma de vencerla era mediante la oración, Dios escuchó su súplica y supo que le concedería en el Padre Gibalin un gran protector y director espiritual. En 1632, le invitó a predicar en el convento con motivo de la fiesta de Navidad. El resultado fue, que regresando al colegio, se dedicó a orar, consultar autores místicos, hablar con los mejores teólogos de Lyon sobre las cosas extraordinarias que le pasaban a la Madre de Matel y “lorsqu´il fut entièrement convaincu que tout était l´oeuvre de Dieu, il reconnut franchement son erreur”. Así pues el Padre Gibalin conoció a la Madre cuando sus experiencias místicas ya la habían forjado y eran conocidas las opiniones de algunas personas muy autorizadas, como el p. Coton, p. Jacquinot, etc. La dirección de este Padre fue muy apreciada por Jeanne de Matel y una de las más duraderas. Se conservan cuatro cartas, de la madre a él.
d)     Jean-Baptiste Carré, OP. Fue uno de los más importantes directores de la Madre de Matel durante su estancia en París, lo conoció por medio de la duquesa de la Rocheguyon  quien la invitó a dirigirse con él. Era humilde, de gran caridad, asceta, con grandes cualidades para dirigir a otros, llevando de nuevo el fervor a los fríos, enfervorizando más a los adelantados en el camino de la perfección, haciendo el bien a todos, capaz de amar a sus más grandes enemigos. En la autobiografía Jeanne de Matel habla de él como su confesor, bienhechor de lo material y espiritual del monasterio de París, consejero comprensivo, juez de sus estados místicos.
                                   3.4.- DIRECTORES Y CONFESORES NO ELEGIDOS POR LA SIERVA DE DIOS
              
Hay un hecho poco común que se dio en la vida de Jeanne de Matel, la de tener confesores y directores espirituales impuestos. Algunos se ofrecieron caritativamente y amigablemente, otros se impusieron con su autoridad. A unos y a otros se sometió con espíritu de fe y humilde obediencia.

               1.- Mgr. Alphonse-Louis, cardenal de Richelieu, Arzobispo de Lyon. La dirigió del 1º de diciembre 1641 a junio de 1642. Impuso su dirección y no le permitía dirigirse con sus padres espirituales para cerciorarse de la autenticidad de sus escritos. La obediencia, humildad, paciencia y amor a la autoridad fueron un ejemplo vivo para todas las hermanas testigos de este hecho. A pesar de estar enferma cumplió lo mandado, entregando la autobiografía den junio de 1642. La prontitud extrañó sobremanera al Cardenal, que inmediatamente revocó la prohibición de comunicarse con el padre Gibalin. La verdad es que no se han encontrado cartas que nos ayuden a comprender esta dirección espiritual, ni la Madre hace referencia alguna a esta relación en ninguno de sus escritos.
               2.- Mgr. Pierre Scarron, obispo de Grenoble. Esta dirección espiritual fue ofrecida a la Madre cuando estuvo en Grenoble, pero no fue impuesta. Tenía un verdadero interés paternal. Ella siempre le tuvo especial cariño, confianza, agradecimiento y sincera obediencia como testimonia una de las cartas. Esta dirección duró de febrero a julio de 1643, aunque la comunicación epistolar continuó, así lo menciona la Madre Saint-Pierre en sus escritos.
               3.- Mrg. Jean d´Estrade, obispo de Condom. Lo conoció en Paris, en casa del Sr. De la Piardière a donde ella y las hermanas se refugiaron en tiempo de las guerras civiles, en junio de 1652. Cuando la conoció sintió una gran veneración hacia ella y se propuso ayudarla en todo lo que pudiera. Esta dirección espiritual que se podría llamar ocasional, fue continua a partir de ese encuentro providencial. Le escribía casi todos los días para saber las gracias abundantes que Dios le comunicaba. La madre de Matel habla de la bondad, paciencia y caridad de este obispo. No se sabe cuánto tiempo siguió recibiendo esta ayuda espiritual.

              Los directores y confesores de la Madre de Matel son retirados en su lecho de muerte. Así pues en sus últimos años se vio privada de recibir las visitas de sus directores espirituales que fueron alejados de ella. A partir de 1663 hasta 1670 ya no pudo ver a sus directores con libertad.
                                   3.5.- LOS HIJOS ESPIRITUALES DE JEANNE DE MATEL
La contemplación continúa de los misterios del Verbo Encarnado produjo en la Madre de Matel una gran atracción hacia el silencio y el retiro. La conversación con las personas no era otra cosa que la continuación de su oración. Muchas personas de su tiempo se sintieron atraídas  hacia ella, buscando su dirección y conversación espiritual, lo cual no era insólito pues ya se daba en esta gran siglo de renovación espiritual el hecho de que fervorosos laicos, como Jean de Bernières-Louvigny, se dedicaran con sencillez y seriedad a la dirección espiritual. En el POSITIO sólo se hablan de seis personas entre todas las que se podrían citar como sus hijos espirituales:

               1.- Pierre Séguier. (Canciller y guarda sellos del rey, murió en 1672). Conoció a la madre de Matel por medio del abbé de Césary, quien le comunicó que ella tenía revelación de los cargos importantes que debía ejercer en la corte.  Quiso conocerla y juzgar por sí mismo, de la virtud y gracias de Dios, que su amigo admiraba en ella. El canciller la visitaba reconociendo en ella una virtud eminente que le atraía y le hacía pensar en la santidad. Todo ello unido a un respetuoso y filial amor. Fue notable en él, la devoción a Jesucristo, hizo construir una capilla donde cada 25 de cada mes, se recordaban los misterios de la infancia de Jesús, según la doctrina del cardenal de Bérulle. Desde que la conoció buscó leer sus escritos y diario espiritual donde encontraba una unción especial y su lectura le encendía todavía más en el amor de Dios y de la Sagrada Escritura. Reconoció haber recibido muchos favores y gracias espirituales en las conversaciones con la madre.
               2.- Daniel Priézac. (Consejero de estado y escritor, profesor en la facultad de derecho y miembro de la Academia Francesa). Escritor distinguido pero poco preocupado por su vida cristiana. Las frecuentes conversaciones con la madre lo ayudaron a convertirse de corazón y distinguirse en una devoción muy especial a la Virgen María. Siguiendo sus consejos como espiritual, deseaba servir a Dios con la mayor generosidad. Le tenía tanta confianza que le comunicaba hasta sus más secretos pensamientos y por ella se decidió a escribir una obra que tuvo tres volúmenes, titula “Los privilegios de la Virgen madre de Dios”. Se conservan cartas de ambos, llenas de reconocimiento y amor a la perfección.
               3.- Antoine Rossignol (gran diplomático, trabajó en la corte, donde tantos Luis XIII como Luis XIV lo estimaron muchísimo. Llegó a ejercer el cargo de Maître de comptes). Conoció a la madre en Lyon. Era un buen cristiano y poseía la intuición de lo sobrenatural y discernía bien todo lo que era de Dios. Al tratar con Jeanne de Matel, le pareció que la obra de la fundación era una obra divina y espontáneamente quiso hacer, por devoción, voto  de procurar la gloria del Verbo Encarnado, ayudando en todo lo que él pudiera, a la obra de las fundaciones.
               Pidió a la Madre de Matel que lo recibiera entre el número de hijos espirituales, cuando estaba en París. Al aceptarlo, él la confió sus prácticas de devoción y el estado de su oración. Ella se preocupó de hacerle progresar y sostenerle en la práctica de la oración, la frecuencia de los sacramentos, la devoción al misterio de la Encarnación y de la Eucaristía, a lo cual, respondió con gran fidelidad hasta el día de su muerte.
               4.- Jacques de la Piardière, abbé de Verneuil (en su juventud quiso ser religioso y encontrar a alguien que le quisiera ayudar a seguir por el camino de la santidad; se casó, tuve cuatro hijos, al morir su esposa, él tenía 38 años. Poco después estudió la carreta eclesiástica preparado por san Vicente de Paul, el 19 de marzo de 1652 celebró su primera misa en el convento del Verbo Encarnado de París, donde estaba la Madre de Matel). Buscaba la conversación edificante con la madre. La conoció siendo casado y ministro de finanzas, encontró en ella más de lo que había deseado y le suplicó le admitiera bajo su dirección. El don de la oración era lo que más anhelaba y Jeanne de Matel no cesaba de animarlo para obtenerlo de Dios. Ella experimentaba que el Señor ponía en sus labios una bendición particular para hablarle de las divinas misericordias. Él, por su parte, al escucharla, se sentía lejos de la tierra, penetrado de unción y devoción. Comenzó a comulgar más seguido y según el testimonio de la misma Madre, en menos de seis meses alcanzó un grado comparado al de la sexta morada del libro de Santa Teresa. Desprendido de las riquezas; su mortificación y amor a Dios eran notables. Por ella supo que llegaría al sacerdocio. Cuando la madre de Matel le confió el deseo que había tenido de la extensión de la Orden en una rama masculina, se esforzó por llevarlo a cabo, incluso compró una casa para la primera comunidad, pero murió sin lograr establecerla. Se conservan 10 cartas de la madre y dos de él. Murió en olor de santidad en octubre de 1662, contagiado por atender a una religiosa ursulina que estaba para morir.
               5.- Germain Habert, abbé de Cérisy. (Miembro de la academia francesa, primer biógrafo del cardenal de Bérulle, capellán de la familia Séguier, de quien hemos hablado anteriormente). Conoció a la madre en 1629, amigo del padre Gibalin, supo en unas de sus conversaciones con él, que la madre había tenido la revelación de que Pierre Séguier sería guarda sellos del rey y canciller de Francia. Impresionado por esa novedad tan inesperada, deseó y pidió visitarla y se presentó el 8 de septiembre de 1642. Al llegar, se encontró que la madre estaba en el recibidor con el padre Gibalin, dándole cuenta de los favores que Dios la había concedido ese mismo día. Cuando entró el padre Habert, el padre Gibalin le pidió a la madre que repitiera lo que acababa de contarle, lo cual hizo por obediencia. Quedó impresionado, la tuvo en gran estima y, poco a poco, fue descubriendo la experiencia que ella tenía de la vida espiritual, unida a una sencillez y humildad que lo deslumbraban.
               La madre de Matel lo recibió como hijo espiritual: “ À Monsieur l´abbé qui avait conçu une forte dilection pour moi que son âme et la mienne furent conglutinées par la charité, comme celle de Jonathan à celle de David”. La correspondencia de la madre hacia este hijo predilecto es muy abundante: 47 cartas.
               6.- Prieur Louis Bernardon. Aparece en la autobiografía de la Madre como capellán, el día que ella tiene que hacer un viaje, ya que estaba ordenado en ese tiempo, que las religiosas que viajaban, debían acompañarse de un sacerdote que celebrara la misa en las que ellas pudieran comulgar. Después la madre habla de él, con motivo de un éxtasis, que la sorprendió en el momento en que el prieur Bernardon llegaba al convento pidiendo hablar con ella. Por la veneración que tenía a la madre, aceptó ser confesor de la comunidad de Lyon (ministerio que ejerció durante 42 años), y acompañarla en sus viajes. En los últimos años de la Sierva de Dios, estuvo en París cerca de ella como hijo, hermano y padre espiritual, hasta que la malicia de los que hacían sufrir a la madre le prohibieron verla.
                                   3.6.- CARACTERÍSTICAS DE LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL DE JEANNE DE MATEL
               Al estudiar la relación de la Sierva de Dios con sus directores espirituales, después de la fundación, encontramos que ella sigue comunicando a sus directores sus experiencias en la oración, en la confesión y comunión diaria, avisando del conocimiento que tiene de lo que va a venir con sencillez y candor. Es el momento de hablar sobre la dirección espiritual que ella recibió y a la que sus hijos espirituales venían a buscar en ella.

a)      DIRECCIÓN ESPIRITUAL RECIBIDA DE SUS DIRECTORES. Las características de esta dirección se pueden estudiar en los escritos y cartas de la Sierva de Dios y en la innumerable correspondencia que recibía de sus directores. Con una verdadera prudencia sobrenatural, los confesores ofrecían una dirección espiritual dinámica y orientadora. Su vida mística se vio favorecida por el ambiente religioso francés, cuyos místicos estaban más abiertos a estas vías extraordinarias y no tenían miedo a la inquisición, ni acentuaban una espiritualidad cerradamente ascética. En los primeros años de la fundación, 1625-1635, las cartas que recibe son de aliento firme, sin rodeos, benéficas para desarrollar la vida interior que la conducía continuamente a lo fundamental.
      De 1643 a 1669, la influencia o gracia de una espiritualidad trinitaria y encarnacionista se nota en constante ascensión (cuando se habla de influencia o gracia se refiere a que no se puede afirmar bien quién, si la Sierva de Dios en los directores o viceversa). El hábito de hacer discernimiento de espíritus, la hizo decidida y segura de la voluntad de Dios y bajo el impulso de la gracia, emprendió el camino de la perfección cristiana. Como sabemos, en todas las etapas tuvo que vencer obstáculos  y no siempre fue comprendida.

b)      DIRECCIÓN QUE LOS HIJOS ESPIRITUALES BUSCABAN EN LA SIERVA DE DIOS. Estos hijos espirituales buscaban la conversación la ayuda de la madre como testigo de la experiencia de Dios. El Señor de Rossignol lo constanta en una de las dos cartas que se conservan de él: “ (…), par la juste reconnaissance que je doit à tant de belles et saintes choses dont j´ai profite dans la bonheur de votre consversation”. En las memorias de Nicolás Chorier, encontramos este testimonio: “Este piadoso y sabio joven tenía frecuentes entrevistas con Jeanne Chézard-Matel sobre las cosas piadosas y santas (…).
En las cartas que de ella se conservan, sus temas son abundantes: la obligación que tenemos de tender a la perfección, la caridad en su doble dimensión, el amor al sufrimiento para asemejarnos a Jesús, la profundización de la Sagrada Escritura, la devoción a María Inmaculada, la contemplación de cada uno de los misterios de Jesús, la práctica de la oración, etc.
Esta comunicación espiritual la practicó la Sierva de Dios considerándose obligada a dar testimonio del Amor, no como maestra o doctora espiritual, porque reconocía que Dios no le había dado esta vocación, sino más bien para dar a conocer lo que Él hacía en ella y quiere hacer en los demás. Los casos en que la Sierva de Dios habla con humildad de la obra de Dios en ella son incontables.
A través de algunas cartas, mencionadas en la Positio descubrimos las características de su espiritualidad y de su relación espiritual con sus directores y con sus hijos espirituales. Podemos apreciar claramente su humildad, prudencia, paciencia, obediencia, sinceridad, espíritu de fe, confianza, discreción y mortificación de la Sierva de Dios.

Jeanne de Matel también ejerció esta dirección espiritual porque estaba dotada de una exquisita sensibilidad espiritual y humana, supo ponerse en las manos de Dios desde el principio para llevar a cabo la obra que Él le tenía destinada como fundadora de la Orden del Verbo Encarnado. Es una mujer que conoce la naturaleza humana y la naturaleza divina. Por propia experiencia sabe los caminos por los que Dios se mete en alma. Ella siempre se mantiene alerta en su vida a través de una dirección espiritual personal que suponemos supo aplicar en la dirección espiritual de las almas que se confiaron a ella.

              4.- DIRECCIÓN ESPIRITUAL Y RELIGIOSAS DEL VERBO ENCARNADO HOY
                          4.1.- NECESIDAD DE UNA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
Si la imitación y el seguimiento del Verbo Encarnado es uno de los puntos centrales de nuestra  vida religiosa, nos podemos preguntar, ¿cuáles serán los medios para lograr esta imitación y seguimiento?

El carisma vertido en las Constituciones, la Regla, el Directorio y los escritos de Jeanne de Matel ciertamente constituyen un rico legado, un mapa para quien quiera seguir el camino de la imitación de Cristo "al estilo" que Dios inspiró a NVM. Pero ¿basta sólo con la voluntad y el sentimiento para seguir más de cerca a Cristo pobre, casto y obediente? ¿Son suficientes nuestras propias fuerzas para iniciar el camino? Y una vez iniciado, ¿podemos contentarnos con el recuerdo del primer fervor como motor inextinguible para seguir adelante?

Sabemos que contamos con el auxilio y la gracia de Dios, en nuestro seguimiento de su Hijo, según las palabras de Juan Pablo II. Pero, ¿no es temerario dejarlo todo a la gracia de Dios? Pregunta que no deja de crear un cierto escozor en nuestra piel, porque, si bien es cierto que todo depende de la gracia, también es cierto que la gracia actúa sobre la naturaleza humana y cuánto más disponible, más apta se encuentre esta naturaleza humana, más eficaz será la labor que la gracia pueda realizar sobre nosotras.

De alguna manera estas preguntas nos llevan a cuestionarnos sobre los medios necesarios para vivir cada día en una forma nueva, fresca, fervorosa, nuestra consagración a Dios como Religiosas del Verbo Encarnado. Es cierto que la Iglesia, Tradición, el Magisterio y nuestra misma Congregación se prodigan por brindarnos estos medios: la vida fraterna en comunidad, las prácticas de piedad, el ejercicio de un apostolado y muchos más.

El Hijo de Dios con su encarnación... revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios, sino también el valor incomparable de cada persona humana.

Surge la necesidad, por tanto, de recurrir a una guía personal, a una orientación particular de la vida individual. Lo reclama la dignidad de la persona humana. No somos hechas en serie. Como mujeres consagradas nos enfrentamos durante toda nuestra vida a una serie de cambios internos y externos que afectarán de alguna manera el sí dado a Dios con tanto amor en la primavera de la profesión religiosa. Estos cambios internos y externos necesitan orientación, guía, luz en forma personal, y también comunitaria. Y como "nadie es juez de su propia causa" es necesario recurrir al consejo, a la orientación que otra persona pueda brindar para ayudarnos a seguir el camino de la perfección evangélica. Esta ayuda nos viene de alguna manera en la dirección espiritual.

                 Todas necesitamos un modelo a imitar, como medio que nos ayude a ser lo que somos, Religiosas del Verbo Encarnado, para nosotras debería ser importante tratar de vivir y actuar permanentemente conforme al modelo de Jeanne de Matel, nuestra fundadora. Si queremos imitar algo de ella quiere decir que la conocemos suficientemente y que queremos imitar aquello que ella tiene y que a nosotras sus hijas nos encantaría poseer. La gracia peculiar que identifica a la Madre de Matel no la podemos imitar sus religiosas, porque es algo intransferible, es algo personalmente suyo. Nosotras no somos más que sus discípulas, seguidoras del estilo de vida y de la misión que recibió del Verbo Encarnado.

No podemos imitarla sin tener en cuenta cómo le fue manifestada la voluntad de Dios a través de su Palabra, y cómo la escuchó, la interiorizó, la hizo suya, la vivió e hizo de su vida y de su misión apostólica una realización personal, peculiar, de esa misma Palabra de Dios.

El modo y la manera concreta como la Madre de Matel respondió y vivió, conforme a las exigencias de la Palabra de Dios, se pueden conocer a través de los hechos puntuales de su vida y de la misión que desempeñó a lo largo de su existencia. Y podemos deducirlos partiendo de las actitudes fundamentales que ella trazó en sus escritos, que son el mejor comentario del estilo de vida de cada religiosa del Verbo Encarnado. Porque son para nosotras una palabra fundante, en cuanto reflejan la manera como ella respondió en coherencia con el carisma recibido del Espíritu; carisma que también nosotras hemos recibido personalmente del mismo Espíritu.

En su respuesta de fe y de perseverancia a la Palabra de Dios tenemos el modelo y el camino a seguir. Pero acordarnos de N.V.M. y querer imitarla tiene unas exigencias muy concretas que se pueden sintetizar en esta pregunta. ¿Qué estoy dispuesta a hacer?...
A lo largo del recorrido de este trabajo hemos conocido algo fundamental en su vida, que quizá la dotó de mayor calidad humana y espiritual. Fue la dirección espiritual, tan fundamental a lo largo de su vida, como medio seguro para ser fiel al Verbo Encarnado, como una mediación que el mismo Señor puso siempre en su camino y que sin lugar a dudas le ayudó a ser como Dios la quería.

Es difícil pensar que la madre, no inculcara de alguna manera a sus hijas esta necesidad de la dirección espiritual como camino seguro para llegar a Dios, y que sus hijas también tuvieran este medio como algo importante en su vida consagrada.

Nos podemos preguntar hoy en día, qué nos ha pasado, cómo es nuestra vida espiritual personal que tiene forzosamente que reflejarse en la calidad de vida espiritual de toda la Congregación. ¿Tiene la dirección espiritual de las hermanas una presencia masiva en la Congregación? Si pudiéramos hacer una estadística, qué tanto por ciento de hermanas la tienen. Podemos preguntarnos qué incidencia tendría en la calidad de nuestra vida consagrada personal y congregacionalmente, si todas las hermanas acudiéramos a esta dirección espiritual.



                        4.2.- DIRECCIÓN ESPIRITUAL, UNA POSIBILIDAD PARA LA RELIGIOSA DEL VERBO ENCARNADO. ¿UN NUEVO CAMINO DE ENCARNACIÓN?
              Normalmente cuando hablamos de dirección espiritual lo relacionamos básicamente con el ejercicio de los hombres, la mujer en este sentido no ha tenido mucho protagonismo en este ámbito a lo largo de la historia. Pero a pesar de ello, encontramos ya en la regla de San Basilio († 379), que reglamentan la vida cenobítica, se puede apreciar que en el monasterio los monjes más jóvenes se dirigen espiritualmente con los más ancianos, pero por otra parte San Basilio deja que los monjes elijan libremente su director espiritual entre aquellos monjes dotados del requisito esencial, o sea, la diákrisis. También las monjas podían ser «madres espirituales» (ammas) de otras monjas. Los derechos y deberes de las «madres espirituales» son descritos en las Regulae Breviores de San Basilio.

              Aunque en la Iglesia también han existido grandes mujeres como Santa Catalina de Siena una cristiana comprometida con su fe, que ejerció una profunda y amplia dirección espiritual en su tiempo. O la misma Santa Teresa de Jesús.

Pero actualmente podemos considerarla como una puerta abierta, como una posibilidad… "La historia de la espiritualidad cristiana -nos ha recordado oportunamente Gustavo Thils- muestra que esta función de director espiritual no es atributo exclusivo de los sacerdotes". Y esta verdad histórica se ha vuelto a poner, afortunadamente, de actualidad en estudios recientes y, sobre todo, en la praxis.

              Podemos considerar que a nivel de la Congregación de las Religiosas del Verbo Encarnado puede ser un nuevo camino de encarnación en un mundo necesitado de Dios y de personas que ayuden en este camino de configuración con Jesús, Verbo Encarnado. Claro que no formaría parte, digamos, de un apostolado generalizado, donde haya muchas hermanas dedicadas a la dirección espiritual, pues se requiere un perfil especial. Pero si puede haber hermanas que respondan a las características requeridas para ejercer este “ministerio” y se sientan llamadas a hacerlo. Hoy en día hay muchos medios para recibir la formación específica, así se debería facilitar el acceso a esta formación a las hermanas dotadas de la gracia de Dios para llevar a cabo esta tarea apostólica. Ojalá esta nunca sea una puerta cerrada.
Podemos pensar que de igual manera que la Madre de Matel tenía hijos espirituales fuera, también ejercía la dirección espiritual con algunas hermanas, que mejor que ella para iniciar en este camino del Espíritu que con quien además compartía el mismo carisma. Por qué no también las hermanas que pudieran ser directoras espirituales lo fueran de las hermanas que así lo solicitaran, sin lugar a dudas vivir un mismo contexto ayudaría a comprender y crecer en el mismo camino.

Y es en el carisma, vivir y anunciar la Encarnación del Verbo, donde la directora espiritual del Verbo Encarnado, encuentra "las claves de lectura del Evangelio" que Jeanne de Matel, iluminada por el Espíritu Santo, han ideado para seguir más de cerca la persona del Verbo Encarnado. Vienen entonces a ser considerados los valores evangélicos desde una óptica muy particular y singular. Óptica que enriquece y da sentido a la vida de las personas consagradas.

Desde esta otra perspectiva podemos entender la dirección espiritual como un diálogo en la fe, entre dos personas, que buscan conocer la voluntad de Dios en lo concreto de la vida y que comparten el mismo carisma y la misma vocación.

Ahora bien la dirección espiritual es un arte, no es un método, y como todo arte no existen "recetas" para llevarlo a cabo. La directora espiritual no es la artista. Dios es el artista que esculpirá en el alma de la persona dirigida, la imagen de la mujer consagrada que desde siempre ha pensado. Labor de la directora espiritual será la de ayudar a Dios a cincelar esta imagen de mujer consagrada. Dios es el escultor, el alma dirigida la piedra a esculpir y la directora espiritual el cincel, el martillo, la herramienta de la que Dios se vale para cumplir con perfección su obra. Por ello el "arte de la dirección espiritual" es el diálogo que se establece entre tres personas -la directora espiritual, la dirigida y el Espíritu Santo- para juntas descubrir, presentar y vivir la voluntad de Dios.

Muchos son los factores que debemos tener en consideración para ejecutar esta obra de arte: las disposiciones y las virtudes de la directora espiritual, los medios con los que cuenta para conocer a la persona dirigida, el arte de la motivación, de la escucha. La propuesta de un programa de vida, el discernimiento espiritual. 

Cuantas tantas religiosas que en sus congregaciones, a diferentes niveles, desempeñan de manera totalmente independiente papeles extraordinarios no sólo para ejercer la caridad, sino también para gestionar patrimonios, organizar escuelas u hospitales. Podemos contemplar la posibilidad de tener también hermanas para acompañar la vida espiritual de sus hermanas, gozando del respeto de todas por este admirable trabajo.

Qué importante puede ser la ayuda de alguien para reconocer y respaldar el plan que el Señor tiene para cada una de nosotras. Y cuantas veces esta ayuda nos puede venir de una mujer, precisamente por la sensibilidad y la afectividad que le son propias.

Por eso quizá sea una buena propuesta dar esta posibilidad a algunas hermanas capacitadas para esto, es decir, atribuir importancia a la tarea de acompañamiento espiritual podría ser al mismo tiempo un reconocimiento del papel de la mujer hoy.










              5.- CONCLUSIÓN

Después de este camino recorrido en el que hemos vislumbrado la importancia de la dirección espiritual en general y en la vida de Jeanne en particular en su doble vertiente: como dirigida y como directora espiritual, es el momento de reflexionar este tema de vital importancia para nuestra vida consagrada.

            En la práctica personal de esta dirección espiritual nos jugamos en gran medida parte de nuestra calidad de vida religiosa, porque la vida espiritual de cada una tiene que reflejarse en la calidad de vida espiritual de la Congregación en general.

Si hoy queremos seguir VIVIENDO plenamente nuestro carisma tenemos que acercarnos a este regalo de la vida en el Espíritu. Una ayuda inmejorable está en aprovechar este medio que ha existido desde siempre en la vida de la Iglesia y que como hemos visto formaba para de la vida de Jeanne de Matel.

Si queremos seguir ANUNCIANDO hoy la Encarnación, un nuevo camino puede ser este, porque Dios pone en nuestras manos y en nuestro corazón a través de cada una de nuestras obras apostólicas un gran número de personas que lo necesitan, que buscan ser guiadas para conocer y ahondar en el este misterio de la Encarnación a través de un acompañamiento espiritual.

Si queremos seguir siendo SEMILLERO DE VOCACIONES, un medio necesario será este acompañamiento y dirección espiritual que ayude a las personas que se relacionan con nosotras a tener los mismos sentimientos del Hijo, del Verbo Encarnado y tendremos que poner los medios necesarios humanos y divinos,  para formarnos y capacitarnos en este sentido.

Y si queremos vivir todo esto, necesitamos una buena dosis de generosidad y disponibilidad, quizá no lo hacemos porque pensamos que no somos competentes en este campo, pero la competencia se adquiere con los medios humanos que tenemos a nuestro alcance y con la gracia de Dios que va esculpiendo en nuestro rostro y en nuestro ser la imagen del Hijo.

Sin lugar a dudas, uno de los medios que podemos utilizar es la participación en los cursos de nuestro Centro de Espiritualidad Mateliana, que tendrá que prestar este servicio fomentándolo entre los alumnos y especialmente en nosotras, las religiosas del Verbo Encarnado, como se proponía en la introducción.

Es buen momento para retomar este aspecto de la vida de Jeanne de Matel que tanto bien hizo en ella y que ayudó a dar una respuesta en fidelidad a la voluntad de Dios y que tanto bien hizo a las personas de su tiempo que tuvieron el privilegio de acercarse a Dios a través de su dirección espiritual.
No cerremos la puerta a considerar hoy la dirección espiritual como un nuevo camino de Encarnación.


BIBLIOGRAFÍA

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[1] EMERSON, Divinity School Address, 1838.

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Las Religiosas del Verbo Encarnado nos encontramos en varios paises, fuimos fundadas por Jeanne Chezard de Matel el 2 de Julio de 1625 en Roanne, Francia.