Esta composición está hecha de acuerdo a la explicación que fue compartida en el centro de espiritualdiad Jeanne Chézard de Matel en Julio de 2007 por el P Rufino M. Grández sobre la Encarnación del Verbo, y, en especial, como secuencia de las consideraciones sobre lo femenino eternamente plasmado en la Encarnación del Verbo.
María de Nazareth,
Madre del Verbo Encarnado,
Dios pidió tu voluntad
para hacerse nuestro hermano.
Le diste todo tu ser,
y del Espíritu Santo
fuiste la Esposa fecunda,
Madre de Dios humanado.
Entraste en la Trinidad
al ver a Dios en tu tálamo;
bajo la sombra divina
llegaste al solio sagrado.
Y por los siglos son fin
el Hijo será sellado,
nacido de una mujer,
hijo nuestro sin pecado.
La ternura femenina,
cálida de seno casto,
Dios, autor de todo bien,
a si mismo se la ha dado.
María, que eres la nada,
sin el Hijo entre tus brazos,
eres morada divina
que a Dios has alimentado.
Madre pura y verdadera
del Santo tres veces santo,
la Madre santificada,
digna del Verbo Encarnado.
Eres la virginidad
que Dios mismo se ha gestado;
eres la maternidad
en tus pechos regalados.
De la familia de Adán,
milagro de los milagros,
eres nuestra y eres suya,
Madre del Verbo Encarnado.
Eres carne de evangelio,
silencio perenne hablando;
eres la fe de la Iglesia,
Pentecostés que ha estallado.
Eres tú contemplación,
la gracia que ha germinado,
amor del Padre amoroso,
hija de todo su agrado.
Eres el bello misterio
donde la fe se ha encontrado
todo santo sacramento
de Encarnación perfumado.
María, pobre entre pobres,
la Madre en su pobre establo,
la Madre de mi Señor,
en Cruz y Glorificado.
María, playa celeste,
del cielo abierto y donado,
eres la cierta esperanza
de tu hijos, los humanos.
¡Gloria a tu Hijos divino,
nunca de ti separado,
madre y hermana entrañable,
Madre del Verbo Encarnado! Amén.
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